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Escribe Paco Mira:

¿SABES LA FECHA DE TU BAUTISMO?



Probablemente si nos preguntan cuando es nuestro día, el día que nos casamos, el día que empezamos a trabajar, el día en que nuestro hijo sacó la oposición .... lo sabemos de memoria, pero ¿si nos preguntan el día en que nos bautizaron?. Y es curioso como le damos importancia a muchos acontecimientos en la vida, pero al bautismo que es el que nos abre la puerta a muchos lugares, no le damos la importancia que se merece. Es más, la Navidad no se ha acabado, pero el inicio de las clases, el quitar ya los adornos navideños, da la sensación que la Navidad ya ha pasado.

Sin embargo para quienes somos y formamos la Iglesia, la Navidad no ha pasado. Hoy todavía es Navidad. De hecho la palabra de Dios que hemos proclamado es una Palabra muy propia del Adviento y de la Navidad. Esta Palabra nos recuerda que la verdadera Navidad todavía no ha pasado, que la verdadera Navidad no hay que confundirla con los elementos exteriores con que la hemos adornado y quizás ocultado.

La verdadera Navidad es celebrar la manifestación de Jesús como Dios con nosotros, para encontrarnos con él. Una primera manifestación la hemos encontrado en Nochebuena y Navidad, en su nacimiento pobre y humilde y sólo conocido por unas pocas personas. Una segunda manifestación fue la adoración de los Magos.

Una tercera manifestación la encontramos hoy, cuando “Se abre el cielo y se oye una voz que dice: Tú eres mi Hijo, el amado, en quien me complazco”. Jesús se manifiesta plenamente como Dios con nosotros, como Hijo del Padre y ungido por el Espíritu Santo, que le envía en su misión evangelizadora. Por eso la Navidad no ha pasado, sino que continúa. En nuestro Bautismo también el Padre nos dice: “tú eres mi hijo amado”, y también recibimos al Espíritu Santo, para que como Jesús, tomemos conciencia de nuestro ser hijos de Dios y de la misión que tenemos quer realizar, para que la verdadera Navidad continúe.

Una misión que en este año jubilar tiene un acento especial. Estamos llamados a ser peregrinos de la esperanza. Y como dijo el papa Francisco: ”si Dios viene, aun cuando nuestro corazón se asemeja a un pobre pesebre, entonces podemos decir que la esperanza no está muerta sino que sigue viva”.

Por eso tenemos que ponernos en camino. Tenemos que traducir la esperanza a las diferentes situaciones de la vida. La esperanza cristiana no es un final de película feliz; es la promesa de Dios que tenemos que acoger aquí y ahora, en esta tierra que tiene guerras y odios, que gime y que sufre. La esperana no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar. La esperanza no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien solo piensa en sí mismo; es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres. La esperanza cristiana exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa a través de nuestra responsabilidad.

Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido. Allí donde la vida está herida, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón, en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en los días largos y vacíos de los privados de libertad, en los lugares profanados por la guerra y la violencia. El jubileo se abre para que a todos les sea dada la esperanza, la esperanza del evangelio, la esperanza del amor, la esperanza del perdón.

El bautismo de todos y cada uno de nosotros tiene que notarse de alguna manera, especialmente como portadores de esa esperanza, como portadores de primer anuncio, como portadores de credibilidad en un mundo que cada vez se siente más desesperanzado.

 

Hasta la próxima

Paco Mira

 Escribe Paco Mira:

           

PERMANENCIA Y

 COMPROMISO



         No hace mucho, permanecer en un tipo de contrato o de empresa, era un lujo. Por estar un año o algo más, podrías llevarte a casa un móvil, una televisión… o si apurabas mucho cualquier tipo de entrada para cualquier evento de gente famosa que se acercara por el lugar donde vives. Pero claro, los tiempos han cambiado y ahora eso de la permanencia queda para los anales de la historia: ya nadie regala nada. En parte estoy de acuerdo, porque lo importante ni se compra ni se vende.

         Este finde, celebra la Iglesia el bautismo del Señor, después de haber recibido la visita de los magos, que como sabemos ni eran tres ni tenemos nombre para ellos. En definitiva, lo que celebramos esta semana fue la manifestación de Dios, lo que en griego se denominó Epifanía. Dios se manifiesta, pero no es obligatorio seguirle. Esa es la grandeza: la libertad que Dios da para que le siga el que quiera.

         Esto viene a cuento con lo que les decía al principio de ciertas compañías que por permanecer en su empresa te daban regalos para que no te fueras a la competencia. Algo que Dios no te obliga, pero sí te pide y me pide compromiso con lo que adquieres desde un principio.

         Así como a los magos nadie les obligó a ir a Belén, sí fueron por la necesidad de corroborar una realidad, la de la encarnación por la que Dios se hace hombre, a nosotros nadie nos obliga a creer, pero sí que si asumimos esa realidad, en algo tiene que notarse. Jesús se bautiza en el Jordán, todos nosotros – o al menos la mayoría – hemos sido bautizados, hemos de ser fieles a la permanencia y al compromiso.

         Esta semana hemos perdido dos grandes personajes: por un lado “o rey”, es decir el mejor jugador de todos los tiempos (para algunos), Pelé. Un hombre al que de pequeño y despectivamente le dijeron “negro dedícate a otra cosa, porque para esto del fútbol no vales”, y ya ven a donde ha llegado. Pero ha sido fiel a sus principios y seguro que ninguno de nosotros hemos oído ninguna queja de Edson Arantes do Nascimento (Pelé). Fiel a su estilo y consecuente con él.

         Otro de los personajes que hemos perdido ha sido Joseph Ratzinger, más conocido como Benedicto XVI. Un hombre criticado por muchos, mal entendido por otros y enemigo acérrimo de más de algún teólogo. Pero lo que no se le puede criticar a Benedicto XVI es su fidelidad a la permanencia en la Iglesia y a su compromiso con la causa. Cuando vio que no podía seguir al frente de la nave de Pedro, dijo que hasta aquí habíamos llegado y se echó a un lado.

         Nuestro bautismo nos exige, desde el convencimiento, permanencia. Es muy fácil criticar a la Iglesia, como estructura (Papa, Obispos, mandatarios de cierta entidad…) y nosotros no mover ni un ápice de nuestro cuerpo. No nos olvidemos que Iglesia somos todos: ellos (los grandes mandatarios) y nosotros e injusto me parecería que no nos miráramos al espejo y entonáramos el yo pecador. He de confesar que muchas entrevistas en la radio me han llevado a conocer a grandes mandatarios de una humildad tremenda.

         Eso me lleva al compromiso. Estar bautizado requiere un compromiso. De nada sirve bautizarse si no somos capaces de involucrarnos en la realidad más cotidiana y real de la vida misma. Estar bautizado lleva y conlleva el compromiso de aliarse con el más débil, con el pobre, con el indigente… y en definitiva con todos aquellos que lo necesitan.

         Ojalá que nuestro bautismo no sea como ciertas compañías telefónicas -por ejemplo – que, si estás con ellos, te dan un regalo. El bautismo es estar con el convencimiento de que con quien estás da sentido a tu vida.

 

         Feliz 2023

         Hasta la próxima

         Paco Mira

 



 

Escribe Paco Mira:

LOS COMPROMISOS, COMO LOS CONTRATOS: ¡A CUMPLIRLOS!

 

                 Cuando uno tiene la gran suerte de tener trabajo, y  seguro (cosa rara en los tiempos que corremos), tendemos a la relajación. Tendemos a que todo vale, a que nos da igual lo que hacemos - bien o mal -, a que el gasto público (por aquello - equivocadamente - que yo no lo pago) me da lo mismo, incluso el trato con las personas que en parte puedan depender de mí no es, a veces, el más adecuado. Todo porque me siento seguro en el trabajo que tengo.

         Y es que los trabajos no son más que el compromiso, a cambio de una remuneración, con la sociedad en la que me ha tocado vivir. Gracias a la implicación de los ciudadanos, gracias al esfuerzo y el valor de muchos de ellos, el país que nos ha tocado vivir camina y va hacia adelante. En la medida en que yo no me implique, el país irá ralentizándose, la convivencia con los demás se irá deteriorando y no lograré aquello que con anhelo ando buscando.

         Este fin de semana, después que Dios se manifestara (Epifanía) al mundo por medio de su Hijo, y que el mundo lo reconociera por medio de unos Magos, celebramos el bautismo del Señor, y por ende el bautismo de todos y cada uno de nosotros. Me viene a la mente que el valor que le damos a los sacramentos a veces no es el que se merecen o por lo menos lo que significan y lo que significan para nosotros.

         Está más que de sobra recordar que nuestra fe, quizás, sea mejor que la de tiempos pretéritos. No es una fe de número (Iglesias de abarrote), sino una fe a lo mejor de compromiso. Una fe de realmente querer vivirla y compartirla (Iglesias con poca gente). En los tiempos que nos ha tocado vivir, tiempos duros de pandemia que arrastra al paro, al Erte, a la enfermedad, a la desolación, a la muerte y abandono en muchos casos, nos preguntamos , ¿dónde está Dios?, ¿de qué me sirve creer si no me soluciona el problema?.

         El Bautismo no es más que el ticket del compromiso cristiano. El Bautismo no es más que la credencial de la sinceridad de quien se apunta a una misión en un proyecto que se me antoja complicado y hasta difícil. Por eso muchos de bajan del carro. Por eso muchos, ahora, se han dado cuenta que seguir a Jesús cuando las cosas no van bien, es una tarea casi de valientes e intrépidos locos por una buena noticia llamada Evangelio.

         Muchos reclaman que fueron bautizados sin consultarles. Claro, tampoco les preguntaron si había que comer con las manos o con la cubertería, o tampoco preguntaron si querían ducharse, o....El bautismo es la herencia de quien ha vivido y mamado la alegría del anuncio de un mensaje.

            Hemos de volver a la raíz, recuperar el Evangelio en toda su frescura y verdad, bautizarnos con el Espíritu de Jesús. No nos hemos de engañar. Si no nos dejamos reavivar y recrear por ese Espíritu, los cristianos no tenemos nada importante que aportar a la sociedad actual tan vacía de interioridad, tan incapacitada para el amor solidario y tan necesitada de esperanza.  Hemos de dar la razón de nuestra esperanza y de nuestra fe al mundo que nos rodea. Hemos de ser consecuentes con nuestro bautismo y sino, no solicitemos aquello de lo que no estamos convencidos, pues de lo contrario estaremos dando al mundo una imagen distorsionada y falsa de la Verdad que se llama Jesús de Nazaret.

 

 

         Hasta la próxima

         Paco Mira


Escribe Paco Mira:



 EL CURA QUE NO LLEVABA CARNET

         Tengo tres amigos curas que no hace mucho tuvieron que ir a un edificio oficial. Un edificio de esos que tienes que pasar por un escáner, te piden el carnet de identidad y te dan una tarjeta identificativa. Casualidades de la vida todos llevaban el carnet, pero a uno se le olvidó dándose cuenta justo en el momento en el que estaban en la puerta. Cuando entraron los dos primeros pasaron y entre otras cosas dijeron que eran curas y cuando llegó el tercero, el guardia de la puerta le dijo: puede pasar puesto que me imagino que, como ellos, también es cura. No tenían distintivo externo que los identificara, ni hizo falta que físicamente enseñara el carnet, sino que solamente dio el número.
         Este fin de semana se celebra el bautismo del Señor y acabamos la Navidad. Quizás para muchos, para la mayoría, la Navidad acabó el día 6. Seguro que esta fiesta del bautismo queda ensombrecida, igual empobrecida, poco apreciada, … y no la consideramos como el final de un gran proceso de fe, como fue el nacimiento, la manifestación y la ratificación en el Espíritu de un tal Jesús de Nazaret.
         Todos celebramos el aniversario de boda. Muchos se acuerdan el tiempo que llevan saliendo con su pareja (años, meses y días incluidos). Muchos se acuerdan – aunque a lo mejor no tanto – del tiempo en el que hicieron la primera comunión; todos nos acordamos y apuntamos una misa por ello cuando algún familiar se ha ido a la casa del Padre. Pero, ¡qué pena, que no celebramos como debiéramos, el recuerdo de nuestro bautismo!.
         Mi amigo cura que no llevaba carnet, es curioso que fue reconocido por un guardia que no lo conocía de nada. Es más, los amigos que iban con él eran de diferentes edades y fisonomías, pero él intuyó que también era cura. Tenía algo, seguro que inexplicable, que le delataba.
         Yo no sé si a nosotros, por la calle, se nos reconoce como bautizados. Yo no sé si nosotros en el lugar de trabajo irradiamos un “no sé qué” que lleve a pensar al que nos vea que somos seguidores de Jesús de Nazaret. No tenemos que tener nada especial ni hacer nada especial. Jesús se bautizó, pero se puso a la cola como los demás y no tuvo preferencias, pero Juan lo reconoció y tuvo claro que Aquel era a quien tenía que desatarle la correa de las sandalias.
         Vivimos en un mundo, quizás un tanto convulso, en el que no nos fiamos mucho del que tenemos al lado, por eso en muchos sitios nos piden el carnet para poder acceder a determinados lugares. El carnet no es más que la ratificación de quienes somos cada uno de nosotros, no es la desconfianza de quien no nos conoce y, si no hay problema, nos abre un montón de puertas.
         Dice el libro de los Hechos que Jesús había sido ungido con la fuerza del espíritu santo, que pasó haciendo el bien, porque Dios estaba con él. Creo que aquí radica la esencia del bautizado: el que hace el bien, el que cura a los oprimidos (el que tiene una palabra de aliento, una sonrisa preparada, un hombro para que el afligido se apoye, un silencio oportuno para que otro se desahogue….) y sobre todo, porque Dios tiene que estar con todos y cada uno de nosotros. De nada sirve que nos hayan apuntado en un libro de bautismos, de nada sirve que el cura de turno en un momento determinado nos dijera “ yo te bautizo en el nombre….” si con el paso del tiempo no hemos ratificado que Dios está con nosotros. No hay más que ver cómo son las celebraciones de los bautismos en nuestras iglesias: mercadillos de la fe.
         Bueno. Tenemos un reto y de muchos de nosotros depende
         Hasta la próxima
         Paco Mira


Escribe Paco Mira:

BAUTISMO: RETO AL COMPROMISO

            Todavía me acuerdo, por los años claro está, cuando uno no se hacía demasiadas preguntas sobre ciertos temas que daba por hechos. Todos teníamos que estudiar porque así era el sistema establecido; todos tenían que ir al cuartel porque nos hacíamos unos hombres y porque había que cumplir con la patria, había que ser educados en la vida, ni una palabra más alta que la otra porque el sistema nos decía que eso en el fondo nos definía. Y oiga, ¡en algunos casos no estaba mal!.
        Pero claro, la democracia nos hizo abrir los ojos a infinidad de cosas. Probablemente muchos no quisieran que esos ojos se abrieran porque se rompían infinidad de moldes establecidos y con los que había que cumplir. Otros incluso no sabrían por qué había que cumplir con esos moldes, pero se rompieron....: el cuartel dejó de ser obligatorio, ahora la autoridad familiar hacia el estudio de un hijo, como que queda en ocasiones en entredicho; eso de tener educación como que no es muy aconsejable.... Y en materia religiosa también.
        Hace años, la primera salida a la calle que hacía la madre que había dado a luz, era a la Iglesia para bautizar al retoño/a. Incluso si no lo hacía sería la comidilla de todo el barrio, pueblo, familia... e incluso se podría decir que hasta si se bautizaba parece que el chiquillo hasta cambiaba de color. Pero hoy en día todo eso, también ha desaparecido. Parece que hoy incluso quien se borra de los libros de bautismo, es un acto de heroicidad, de consecuencia personal y con la sociedad, de coherencia con conciencias "progresistas", etc...
        Pues les voy a decir que: para ver lo que hay que ver, vale más que no se bautice la gente. Titulo esta carta con que el bautismo tiene que ser un reto al compromiso. Al compromiso con mi fe, al compromiso desde mi fe con el ambiente en el que me muevo, al compromiso desde el ambiente en el que me muevo con un testimonio que tiene que ser ejemplarizante con aquellos con los que me rodeo y me rodean.
        Hoy creo que no estamos siendo comprometidos con nuestro bautismo. Hoy, a aquellos que en su momento nos echaron agua y que nuestros padres se comprometieron a educarnos en el seno de la fe la Iglesia, no estamos siendo responsables con ese compromiso que ellos adquirieron con nosotros. Nos da vergüenza anunciar que "este es mi Hijo amado, escúchenlo". Hoy, muchos de los que nos hemos bautizado nos conformamos con un testimonio de cumplimiento: mi misita, mis oraciones particulares, mi cumplimiento en alguna actividad parroquial... pero lejos de la denuncia social, del compromiso con los más pobres, ….
        ¡Me estoy imaginando la cara de Juan, cuando en la cola de “los pecadores, de los que quieren arrepentirse” ve la figura – probablemente nada esbelta – de Jesús de Nazaret, aquel a quien él no era digno de desatarle la correa de las sandalias!. ¡Cuántas sandalias tendríamos que desatar nosotros en el mundo en el que vivimos: cuantas situaciones, cuantos momentos, cuantas soledades, cuantas, cuantas, cuantas…..!
        Hoy que tanto se nos habla de la conversión pastoral; hoy que tanto se nos habla de cambiar paradigmas, a raíz de nuestro bautismo, ¿tenemos que cambiar en algo?. No seamos conformistas, no nos quejemos por hacerlo como siempre; que se nos note que nos dice algo un tal JESÚS DE NAZARET
       
        Hasta la próxima
        Paco Mira