Escribe Paco Mira:



 EL CURA QUE NO LLEVABA CARNET

         Tengo tres amigos curas que no hace mucho tuvieron que ir a un edificio oficial. Un edificio de esos que tienes que pasar por un escáner, te piden el carnet de identidad y te dan una tarjeta identificativa. Casualidades de la vida todos llevaban el carnet, pero a uno se le olvidó dándose cuenta justo en el momento en el que estaban en la puerta. Cuando entraron los dos primeros pasaron y entre otras cosas dijeron que eran curas y cuando llegó el tercero, el guardia de la puerta le dijo: puede pasar puesto que me imagino que, como ellos, también es cura. No tenían distintivo externo que los identificara, ni hizo falta que físicamente enseñara el carnet, sino que solamente dio el número.
         Este fin de semana se celebra el bautismo del Señor y acabamos la Navidad. Quizás para muchos, para la mayoría, la Navidad acabó el día 6. Seguro que esta fiesta del bautismo queda ensombrecida, igual empobrecida, poco apreciada, … y no la consideramos como el final de un gran proceso de fe, como fue el nacimiento, la manifestación y la ratificación en el Espíritu de un tal Jesús de Nazaret.
         Todos celebramos el aniversario de boda. Muchos se acuerdan el tiempo que llevan saliendo con su pareja (años, meses y días incluidos). Muchos se acuerdan – aunque a lo mejor no tanto – del tiempo en el que hicieron la primera comunión; todos nos acordamos y apuntamos una misa por ello cuando algún familiar se ha ido a la casa del Padre. Pero, ¡qué pena, que no celebramos como debiéramos, el recuerdo de nuestro bautismo!.
         Mi amigo cura que no llevaba carnet, es curioso que fue reconocido por un guardia que no lo conocía de nada. Es más, los amigos que iban con él eran de diferentes edades y fisonomías, pero él intuyó que también era cura. Tenía algo, seguro que inexplicable, que le delataba.
         Yo no sé si a nosotros, por la calle, se nos reconoce como bautizados. Yo no sé si nosotros en el lugar de trabajo irradiamos un “no sé qué” que lleve a pensar al que nos vea que somos seguidores de Jesús de Nazaret. No tenemos que tener nada especial ni hacer nada especial. Jesús se bautizó, pero se puso a la cola como los demás y no tuvo preferencias, pero Juan lo reconoció y tuvo claro que Aquel era a quien tenía que desatarle la correa de las sandalias.
         Vivimos en un mundo, quizás un tanto convulso, en el que no nos fiamos mucho del que tenemos al lado, por eso en muchos sitios nos piden el carnet para poder acceder a determinados lugares. El carnet no es más que la ratificación de quienes somos cada uno de nosotros, no es la desconfianza de quien no nos conoce y, si no hay problema, nos abre un montón de puertas.
         Dice el libro de los Hechos que Jesús había sido ungido con la fuerza del espíritu santo, que pasó haciendo el bien, porque Dios estaba con él. Creo que aquí radica la esencia del bautizado: el que hace el bien, el que cura a los oprimidos (el que tiene una palabra de aliento, una sonrisa preparada, un hombro para que el afligido se apoye, un silencio oportuno para que otro se desahogue….) y sobre todo, porque Dios tiene que estar con todos y cada uno de nosotros. De nada sirve que nos hayan apuntado en un libro de bautismos, de nada sirve que el cura de turno en un momento determinado nos dijera “ yo te bautizo en el nombre….” si con el paso del tiempo no hemos ratificado que Dios está con nosotros. No hay más que ver cómo son las celebraciones de los bautismos en nuestras iglesias: mercadillos de la fe.
         Bueno. Tenemos un reto y de muchos de nosotros depende
         Hasta la próxima
         Paco Mira