Escribe Paco Mira:
LA UNIDAD COMO
BANDERA
El
evangelio de este fin de semana, me lleva a pensar que la comparación del
divorcio que nos propone, es una buena señal para que nosotros pensemos que en
nuestra Iglesia, en nuestra querida Iglesia también hay divorcio. Y hay
divorcio porque la unidad no se ve ni en las alegrías ni en las penas, ni en la
salud ni en la enfermedad, ni en las ilusiones y esperanzas como tampoco en los
fracasos. Hay veces que en mi querida Iglesia, brilla el ¡sálvese quien pueda!
Ahora que
nos volvemos a reunir en el Sínodo, ya con las reuniones finales antes de
rubricar el documento que sirva de guía para los próximos años; ahora que hemos
cantado en más de una ocasión juntos, juntos somos más, ahora que en nuestra
Diócesis hemos celebrado el II encuentro diocesano de pastoral dando la imagen
– espero que real – de caminar en la misma dirección, urge el que la unidad sea
la bandera de cualquier iniciativa eclesial.
Quiero
creer que el mensaje del Génesis, al margen de lo mitológico que pueda tener,
es válido en el mundo de hoy para seamos todos una sola carne. Ahora que los
silbidos de las balas afloran en una sinfonía trágica de la vida en ciertos
lugares del mundo, algunos de especial relevancia para el cristianismo, es
cuando todos tenemos que caminar al unísono para romper esa partitura de la
tragedia de la vida. Sobre todo desterrar a aquellos que se empeñan en corregir
y afinar las notas de la muerte y de la destrucción.
Hemos de
ser uno y desterrar el océano del dolor o del cementerio atlántico, donde
tantas vidas humanas, deseosas de la vida, el agua se presenta como una trampa
donde no llegamos a tiempo para contemplar el amanecer de un nuevo día. No nos
ponemos de acuerdo y regateamos en los mercadillos políticos con las vidas
humanas para repartir, sin saber cómo ni por qué, en lugar donde no sabemos
cómo va a resultar.
Me da la
impresión que lo que cuenta la carta a los hebreos, nosotros lo hacemos al
revés. Proviniendo todos del mismo Padre, no nos debemos de avergonzar en
llamarnos hermanos, pero entiendo que más que hermanos somos, dentro de la
misma familia, completamente desconocidos. No somos capaces de abrazarnos y
querernos para ello.
Lo que
Dios ha unido que no lo separe el hombre: ¡qué lejos estamos de esa realidad!.
Estamos empeñados en llevarle la contraria a nuestro Padre. Estamos empeñados
en divorciarnos y repudiarnos los unos a los otros en intereses partidistas que
no llevan ni conducen a ninguna parte. Lo que nos une en Jesús, tiene que ser
indisoluble si realmente el corazón está en cada uno de los acontecimientos que
ponemos en ello.
Ojalá que
tengamos en nuestra Iglesia las puertas abiertas a quienes el hombre ha castigado
con su indiferencia, con su ignorancia, con su desprecio, ... que les ha tenido
separados de no poder compartir, vivir y celebrar la fe con aquellos que nos
creemos en posesión de ciertas verdades infundadas. Ojalá que nuestra Iglesia,
sea una Iglesia no de hermanos divorciados, sino de hermanos que caminan
sinodalmente unidos, que tienen proyectos comunes y que siguen la estela y la
huella de un Dios que nos ama y nos quiere.
Por
desgracia y a lo largo de la historia, nuestra querida Iglesia ha fomentado más
la desunión que la unión, aquello que Dios había unido, el hombre se encargó de
separar e incluso a veces de forma violenta.
Es
curioso que este fin de semana se tiene presente a aquellos que padecen
depresión. Que por la soledad y el abandono no nos entre la depresión y podamos
convertirnos en verdaderos artífices de alegrías, ilusión y buena noticia que
llamamos evangelio y por ello damos las gracias.
Hasta la
próxima
Paco Mira