Escribe Paco Mira:
¡QUE BIEN
SE ESTÁ AQUÍ!
Una reserva es algo que se aparta o se guarda de modo
especial, y que nos viene muy bien para poder utilizarlo en un futuro.
Reservamos lo que para nosotros es importante o necesario: días de vacaciones
para hacer un viaje; tiempo para desarrollar alguna afición; algo de dinero
para imprevistos... y sabemos que lo pasamos mal cuando nos sobreviene alguna
situación complicada y nos encontramos sin reservas para poder afrontarla. Pero
también podemos reservarnos a nosotros mismos: decimos que una persona es
reservada cuando no cuenta o comparte sus pensamientos o sentimientos, o cuando
mantiene distancias en la relación con los demás. Y, por lo mismo, decimos que
una persona se entrega “sin reservas” cuando es accesible, generosa, no actúa
con doblez ni con segundas intenciones... esto nos da confianza a los demás.
Dicen los entendidos que nada caracteriza mejor la
religiosidad de una determinada época que la forma de orar. También en nuestros
días, si se quiere conocer la religión del hombre de hoy, lo importante no es
examinar los dogmas que confiesa, sino observar cómo ora. Por eso, el dato más
significativo de la cultura religiosa actual es, tal vez, la profunda crisis de
la oración- Se hace cada vez más difícil encontrar personas que saben orar
desde el fondo de su corazón. El hombre moderno se está quedando sin capacidad
para comunicarse con Dios. Son cada vez más los que no aciertan a invocarlo.
Algunos han terminado pensando que ya no es posible rezar.
La oración les suena a algo falso. Una especie de superstición que hay que
abandonar. Una concesión al sentimentalismo, pero no una actitud de hombre
sincero. Bastante gente ni sabe, ni puede, ni quiere comunicarse con Dios.
Hay autores que afirman que el hombre de hoy no sabe ponerse
de rodillas ante Dios, pero tampoco acierta a estar de pie con dignidad. Son
muchos los que viven, más bien, replegados sobre sí mismos o, incluso, abatidos
por el peso de la vida. La escena del Tabor, se habla de una nube luminosa que
cubre son su sombra a los discípulos; se oye una voz «este es mi Hijo
amado...escúchenlo». Los discípulos se caen por tierra, llenos de miedo. Jesús
se acerca, los toca y les dice «levantense, no tengan miedo».
El hombre de hoy, como el de siempre, vive entre luces y
sombras. En el corazón de muchos la fe se entremezcla con la incredulidad. Son
bastantes los que no se atreven a invocar a Dios. Tal vez no exista, sea un
engaño, pero desde el evangelio nos llega una llamada: no tengan miedo.
Lo importante no es creer en Moisés o en Elías, sino
escuchar a Jesús y oír su voz, la del Hijo amado. Lo decisivo no es creer en la
tradición ni en las instituciones sino centrar nuestra vida en Jesús. Solo en
la comunión creciente con Jesús es la que va transformando nuestra identidad y
nuestros criterios, va cambiando la forma de ver la vida, nos va liberando de
las imposiciones de la cultura, va haciendo crecer nuestra responsabilidad.
Desde Jesús podemos vivir de manera diferente. Ya las
personas no son simplemente atractivas o
desagradables, interesantes o sin interérs. Los problemas no son asunto de cada
cual. El mundo no debe ser un campo de batalla donde cada uno se defiende como
puede. Nos empieza a dolor el sufrimiento de los más indefensos. Podemos vivir
haciendo un mundo cada vez más humano. Nos podemos parecer a Jesús.
Se nos
invita a ser instrumentos de comunión y
reconciliación en medio de una sociedad fragmentada y dividida, trabajando por
la justicia y la paz en un mundo tan castigado por la injusticia y las múltiples violencias, entre
ellas las de las guerras.
Y al final, con él, podremos decir ¡qué bien
se está aquí!
Hasta la próxima
Paco Mira