Escribe Paco Mira:
DEBEMOS MIRARNOS EN EL ESPEJO
Sin meterme en la
coquetería de nadie, no me gustaría ser como Narciso que estaba todo el día
mirándose en el reflejo del agua, o como la bruja de Blancanieves la cual
siempre le hacía al espejo la misma pregunta: uno se recreaba en su belleza y
la otra preguntaba quién era la más guapa del reino. Ambas respuestas eran
siempre las mismas para no llevar la contraria: eres tú.
A veces, en nuestras comunidades, creo que somos como el espejo
o como el río de aguas cristalinas: ¡qué bien hacemos las cosas!, ¡nunca
tenemos el problema de equivocarnos!, ¡siempre damos consejos!, etc...la culpa,
en el caso de tener algún fallo o más de uno, no se nos podrá achacar a
nosotros, siempre será de los demás, porque no entienden lo que queremos decir
o lo que tienen que saber.
Pero claro, este fin de semana Jesús hace una jugada maestra -
cual campeón de ajedrez - sensacional: ¿qué dicen los demás de mí? Para
nosotros, señalar con el dedo lo que otros no hacen o deben o tienen que hacer
es muy fácil: es que en la eucaristía no se sienta como debe; parece que hace
tiempo que no viene a la Iglesia; es que solamente viene cuando hay fiesta; en
cáritas las cosas se podrían hacer de otra manera... pero después viene la
segunda parte: el dedo se vuelve contra nosotros: ¿quién es Dios para nosotros?.
Me quiero imaginar, si nos hacen a nosotros la misma pregunta a
la puerta de la Iglesia, que la respuesta sería la misma que cuando nos llama
el operador de una empresa de telefonía móvil: no tengo tiempo ahora, déjalo
para otro momento, etc. No, perdona, si la pregunta es fácil: ¿quién es
Dios para Tí?. Para nosotros, para los que a veces damos lecciones, para los
que decimos como hay que hacer las cosas, pero ¡qué pocas veces experimentamos
y expresamos que para mí, para nosotros tú eres el hijo del Dios vivo!.
Tenemos que mirarnos en el espejo de nuestra fe. Seguro que si
fuéramos más consecuentes, no tendríamos tanto reparo en hacer confesión de lo
que creemos, como le pasó a Pedro. A veces nuestra cruz, es la propia cruz. Nos
ruboriza, no nos sentimos a gusto, intentamos evitar que nos pregunten si
tenemos alguna inquietud religiosa y en más de alguna ocasión la ocultamos.
Normalmente en círculos familiares o de amigos, se nos suele decir: "si
quieres que nos llevemos bien, no hablemos ni de religión ni de política".
Así nos va.
Seamos, pues, mansos y humildes de corazón. Si el corazón
funcionara como debiera, el espejo de la bruja de blancanieves, o el agua
cristalina de Narciso no darían las respuestas que dieron. Hoy el espejo o el
agua tiene muchos rostros que siempre nos identifican con el mismo rostro. Hoy
el dolor, el sufrimiento, la angustia, la desesperación... de tantas y tantas
personas hacen que el propio Jesús siga preguntándonos lo mismo : ¿quién dices
tú que soy yo?. Lo más fácil es renegar de quien no nos da la solución rápida
cual mago que saca el conejo de la chistera, y despotricamos contra él. Por eso
el propio Jesús nos dice que el que quiera seguirle que cargue con su cruz, con
la de cada día, con la que le ha tocado vivir y que le siga. Nunca ha dicho que
es un camino fácil, todo lo contrario.
Hay que reconocer quien es el que nos hace la pregunta, que no
va a ser ni Elías, ni Jeremías, ni ninguno de los profetas de calamidades de
nuestros días, sino el Hijo de Dios vivo. ¿Creeemos esto?
Por cierto Feliz día
de las Marías
Hasta la próxima
Paco Mira