Escribe Paco Mira:
EN MI FAMILIA DIOCESANA NO SOMOS PERFECTOS. PERO NOS QUEREMOS IGUAL
Y SIN VOTACIÓN
Este domingo se celebra el "Día de la Iglesia diocesana". Le leía a Arturo Pérez Reverte,
escritor y académico de la lengua, que, en España, somos muy dados a "hablar de todo, sin entender de
nada". Yo, desde la humildad, le diría que no solamente en España.
Pero quizás a nivel religioso también se da mucho. Y cuando hablo a nivel
religioso, me refiero a las comidillas eclesiales de muchos feligreses, padres
de niños, gentes eventuales de visita por funerales, acompañantes a bodas de
celebración a posteriori de lo eclesial, etc... que a la hora de criticar a la
Iglesia, nos prestamos mucho, porque hablamos de todo, sin entender nada. No es
desconocido frases como "quién es el
cura para decirme que no...", "La Iglesia es la casa de
todos...."
Alguien me preguntaba, cuando se enteró
que este domingo se celebra el día de la Iglesia Diocesana, que qué era eso. Y
la verdad es que también los que decimos que entendemos, a la hora de
explicarnos, no nos salen las palabras o no sabemos hacerlo. Yo se lo comparé a
una familia, en la que siendo todos uno, cada uno tiene su función. Esta
función probablemente en una familia la dan los años y eso lleva y conlleva una
cierta autoridad para que todo funcione (padres) y el resto en la medida en la
que vamos creciendo, vamos adquiriendo responsabilidades, desde el conocimiento
y la convicción. Una familia, que no es el reflejo para muchos, pero que para
mí me vale, en circunstancias normales.
Pues eso mismo pasa en nuestra Iglesia
universal, pero a pequeña escala en nuestra Iglesia diocesana. Una Iglesia que
se desarrolla en Gran Canaria, Lanzarote, Fuerteventura y la Graciosa. Tenerife
tiene el resto de islas. Una Iglesia que lucha por mantener viva la llama del
cirio que nos recuerda que un tal Jesús de Nazaret no ha muerto; una Iglesia
que no le importa acoger a todo el que llega aunque sea en una patera y por
ello le pintan con frases nada bonitas en sus locales de caritas; una Iglesia que
procura mantener sus cuentas claras y no ocultar nada.
Pero también una Iglesia compuesta por
hombres. Hombres que pecan. Hombres que en determinadas circunstancias "lugares y frías regiones" (que
diría Francisco, el de Asís), no son el fiel reflejo de aquello que predican.
Hombres que caen una y otra vez en la tentación de lo fácil y de lo poco
comprometido.
Pero, como a mi familia que tiene
errores, esa es la grandeza de nuestra Iglesia. En mi familia la batuta la
llevan igual papá y mamá. Me gustaría que en mi querida familia diocesana
hubiera paridad; me gustaría que los laicos tuvieran un papel de mayor
protagonismo; me gustaría que nuestras parroquias no fueran propiedad privada de quien las gestiona,
sino que Dios no quiere una casa para sí mismo ya que lo comparte todo sin
egoísmo.
Me gusta esta Iglesia imperfecta, santa
y pecadora, que cae y se levanta, que arrima el hombro y se desvive por quienes
el fuego les ha dejado sin lo más básico; me gusta esta Iglesia que todavía
sigue teniendo el poder de credibilidad para que cuatro muchachos le digan sí
para toda la vida a través del sacerdocio. Me gusta esta Iglesia que sigue
teniendo un hueco en nuestros colegios, porque la democracia nos da el derecho
de la libertad de elección, algo por lo que hemos luchado y que nadie nos puede
ni nos debe quitar. Me gusta esta iglesia en la que luchamos por una mayor
participación en los órganos de gobierno; una Iglesia que tiene tiempo para
atender muchas partes del mundo. Aún así, me gusta
Amemos a nuestra familia diocesana y
querámosla tal y como es.
Hasta la próxima
Paco Mira