Escribe
Paco Mira:
Hoy casi todos estamos conectados mediante telefonía móvil,
internet… Según algunas encuestas, más del 90% de la población tiene un
teléfono inteligente. Estar conectados nos permite realizar muchas acciones
cotidianas: mantener el contacto con familiares y amigos, realizar operaciones
bancarias, pagar en comercios, teletrabajar, acceder a la información, realizar
gestiones en entidades públicas… Ya no nos podemos imaginar la vida sin estar
conectados. Pero esa conexión continua también tiene desventajas: genera
dependencia; se debilitan las relaciones sociales, que quedan reducidas a
mensajes; cuando falta o falla esa conexión, dejamos de poder hacer muchas de
esas gestiones; aumenta nuestra vulnerabilidad ante ciberdelincuentes; las
personas que, por algún motivo, no tienen acceso a la tecnología quedan
excluidas de la vida económica y social…
Jesús,
en el Evangelio de este quinto domingo de Pascua, nos llama a descubrir la
necesidad de estar conectados a él, y lo hace en el ejemplo de la vid y los
sarmientos: la vid es la planta cuyo fruto es la uva, y consta de una capa o
tronco de donde salen los sarmientos, unas ramas largas, donde brotan las hojas
y los racimos.
Y,
desde esta imagen, Jesús dice: «yo soy la verdadera vid, vosotros los
sarmientos». Jesús es la verdadera vid, de quien brota la verdadera vid-a; para
poder recibir esa vida, necesitamos estar conectado a él: “el que permanece en
mí y yo en él, ése da fruto abundante”.
Y
nuestra conexión con Él no debe ser ocasional, sino contínua, porque igual que
el sarmiento necesita estar conectado a la vid o , de lo contrario se seca,
también a nosotros nos ocurre lo mismo cuando nos falta la conexión con Jesús o
esta conexión es esporádica: “como el sarmiento no puede dar fruto por sí, sino
permanece en la vid, así tampoco vosotros, sino permanecéis en mí; porque sin
mí no podéis hacer nda”. Por eso, del mismo modo que sin estar conectados a
internet apenas podemos llevar adelante nuestra vida diaria, sin estar
conectados a Jesús nuestra vida cotidiana queda limitada a un pasar los días,
sin una verdadera meta y esperanza, solo esperando el final. En cambio, si
estamos conectados a Jesús de forma contínua daremos fruto abundante, porque
estamos conectados a quien es la Vida y nuestra fe y nuestra vida van unidas,
aunque a veces se nos olvida.
Al
contrario que nos ocurre con estar conectados a internet, estar conectados
continuamente a Jesús sólo nos aporta ventajas: no genera dependencia sino
verdadera libertad para discernir y actuar; también fortalece nuestras
relaciones sociales, porque están basadas en el mandamiento del amor, ‘como Él
nos ha amado’; y nos hace fuertes para resistir a las tentaciones y amenazas
que nos rodean; y, sobre todo, la conexión a Jesús está al alcance de todos,
nadie queda excluido de ella, aunque a veces haya que ‘podar’, cortar con algo,
para poder dar más fruto.
Pero
claro, también hay problemas. Hay sarmientos secos por los que no circula la
savia de Jesús. Discípulos que no dan frutos porque no corre por sus venas el
Espíritu del resucitado. Comunidades cristianas que languidecen desconectadas
de su persona. Por ello hace una afirmación cargada de intensidad: “el
sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid”, la vida de los
discípulos es estéril si no permanecen en Jesús.
La
forma en la que viven su religión muchos cristianos, sin la unión vital con
Jesús, quedará reducida a un folclore que no aporta nada a la Buena Noticia del
evangelio. La Igleisa no podrá llevar a cabo su misión en el mundo
contemporáneo, si los que nos decimos cristianos no nos convertimos en
discípulos de Jesús.
Ser
cristiano, exige hoy experiencia vital de Jesucristo, un conocimiento interior
de su persona y una pasión por su proyecto. Si no aprendemos a vivir de uncontacto
más estrecho y apasionado por Jesús, la decadencia de nuestro cristianismo se
puede convertir en una enfermedad mortal.
Hasta
la próxima
Paco
Mira