Escribe Paco Mira:
LA GRAN
FAMILIA
¡Quén no vio la «familia y uno más» o «la gan
familia». Películas que probablemente nos retrotraen al pasado, hasta con
una cierta nostalgia, pero da la casualidad que dicen que tiempos pasados nunca
fueron mejores. Pero soy de los que digo, que tiempos de antes han sembrado
semillas que pueden fructificar con el tiempo.
Hoy hablamos de la familia. Y nuestra familia empezó hace
tiempo, incluso me da la impresión que pasó desapercibida para entondes: dos
muchachos hebreos que se hacen novios; él tiene trabajo, en una carpintería,
ella, joven, probablemente en edad de casarse. Ambos viven una situación
bastante común: «antes de vivir juntos resultó que ella esperaba un hijo», como
a muchas parejas, hoy en día, les ocurre; una pareja que también se enfrenta a
un enfado, casi una ruptura« José decidió reupudiarla en privado», pero se
quieren y siguen con la relación.
La historia de nuestra pareja, les lleva a hacer un largo
viaje, a «empadronarse por decreto ley», y mientras esto sucedía, resulta que a
ella le llegó el momento de dar a luz, lo recuesta en un pesebre, porque en la
posada no hay lugar. Viajan a Jerusalén con la familia, con los ancianos, van
al mercadillo... Ellos son fieles cumplidores de la ley. Son situaciones que
suceden. Que suceden a nuestro alrededor
y que a diario viven en silencio las familias que nos rodean y que a la
mayoría pasan totalmente desapercibidas, o a penas nos llaman la atención.
En estas circunstancias era para hablar de crisis familiar.
Hoy también hablamos de crisis familiar. Lo primero es que los padres se
quieran de verdad y que nuestros hijos puedan verlo. Saber y experimentar que
los padres se quieran es el mejor regalo para los hijos. La base para crear un
ámbito de confianza y seguridad donde los hijos puedan crecer de manera sana.
Hoy se quiere volver a aquellos valores que se vivieron de pequeños. Todos
tenemos más de un recuerdo. Pero hablamos que hoy nuestra familia está en
crisis y en especial en crisis de fe.
Algo ha cambiado durante estos años en no pocos hogares: han
desaparecido, en buena parte, los signos religiosos, se han perdido las
costumbres cristianas, son pocas las familias que reúnen para compartir la fe.
En general, lo que se transmite a los hijos no es fe, sino indiferencia
religiosa y silencio. Hay familias, donde los padres adoptan una postura de rechazo
a lo religioso e impiden que sus hijos sean iniciados en la fe. En esos
hogares, lo religioso sólo aparece para ser objeto de ataque o burla.
La situación más generalizada es otra. No pocos padres se
han alejado de la práctica religiosa y viven instalados en la indiferencia. No
rechazan la fe, pero tampoco les preocupa la educación religiosa de sus hijos.
No les parece algo importante para el futuro de sus hijos. Bautizan a sus
hijos, celebran la primera comunión, pero no les transmiten la fe. Son las
abuelas las que están desempeñando una labor de gran importancia, pero que no
les corresponde: enseñan a sus nietos a rezar, los llevan a la Iglesia, le
explican lo más importante... como la fe del carbonero... ni ellas mismas se
dan cuenta de que están despertando en el niño las primeras experiencias
religiosas.
La familia es el lugar de apertura, del crecimiento de todo
ser humano: ¡cuántas familias rotas por el dolor, la envidia, ¡,¡cuántas
comunidades cristianas, en nuestras parroquias... no son ejemplo de
familiaridad!. Mirar a la familia de Nazaret, es mirar cómo el amor es armonía
incluso en el desencuentro. Mirar a la familia de Nazaret es la invitación a
que los problemas se resuelven con diálogo y comuniciación y nunca con la lista
de defectos en la puerta de la nevera para recordarlos con frecuencia. Mirar a
la familia de Nazaret no significa perfección, sino superación diaria.
Mirar a la familia de Nazaret, es poner en nuestro proyecto
familiar, a Dios como componente de la misma y ante las adversidades de la vida,
poner en sus manos ese proyecto. Mirar a la familia de Nazaret es poner en
medio el amor que ayuda a superar complejos y resolver problemas que toda
convivencia conlleva, esas espadas que atraviesan sentimientos, que pueden ser
evitables o inevitables, pero de los que nos arrepentimos.
El perdón, la comprensión, el diálogo han de ser los
elementos que caracterizan una relación que nació desde el amor y se ha de
mantener en el amor. Hoy la familia no es como la de antes, hoy la comprensión
de la familia es plural, diversas formas de entenderla, pero Dios, si hay amor
y porque él es Amor, también camina por esas veredas. No las cerremos por
prejuicios personales o morales.
No tengamos miedo a poner encima de la mesa los valores
falmiliares. No tengamos miedo a reivindicar que la familia, como comunidad de
amor, todavía tiene sentido a pesar de las críticas que pueda tener.
Pensemos en las que fueron y ya no son; pensemos en aquellas
en la que los avatares de la vida las han desarraigado de su origen o las ha
desmembrado. Pensemos que las que fueron, no lo son pero han vuelto a nacer. A
todas las familas, desde el amor, felicidades.
Hasta la próxima
Paco Mira