Escribe Paco Mira:

EL AMOR Y EL

 JOVEN TOBÍAS




            Siempre lo digo y es que cada domingo que pasa, el evangelio, el propio Jesús, cada vez lo pone más complicado. Luis Aragonés, gran futbolista y quizás mejor entrenador del mismo deporte (tanto en clubs como en la selección), cuando le preguntaban que qué había que hacer para llevar un partido adelante, siempre repetía lo mismo: ganar, ganar y ganar.

         Digo esto porque el evangelio de este fin de semana, nos pone ante lo que tenemos que hacer en la vida: amar, amar, amar. Nuestra religión (probablemente todas) se ha basado en infinidad de leyes y normas para poder cumplir, creyendo que es la mejor forma de llevar a la práctica el mensaje de Jesús de Nazaret. Y seguro que la ley, mata la norma del corazón.

         Con lo fácil que nos lo pone Jesús: amar a Dios, pero para ello hay que amar a los hermanos, amarnos entre nosotros y solo así podremos amar a Dios Padre, que ante todo es amor. Quizás tengan que entenderlo los israelitas y los palestinos, los rusos y los ucranianos y tantos y tantos pueblos que siguen sin amarse entre sí, pero enarbolan una bandera de amor a su país.

         Las palabras de Jesús son claras: el amor lo es todo. Lo decisivo en la vida es amar. Lo primero es vivir ante Dios y ante los demás en una actitud de amor. No hemos de perdernos en cosas accidentales y secundarias olvidando lo esencial. Del amor arranca todo lo demás. Sin amor queda todo pervertido.

         Al hablar de amor a Dios, Jesús no está pensando en los sentimientos o emociones que pueden brotar de nuestro corazón. Ni tampoco nos está invitando a multiplicar nuestros rezos y oraciones. Amar al Señor, nuestro Dios, con todo el corazón es reconocer a Dios como fuente última de la existencia, despertar en nosotros una adhesión total a su voluntad y responder a su amor de Padre de todos.

         Nos queremos reflejar en su amor, capaz de amar a las personas tal y como son, a pesar de sus defectos y limitaciones. Como cristianos tenemos la gran suerte de conocer y creer en un Dios que es amor, y eso nos compromete a reflejar este amor en nuesstra vida cotidiana y a reconocerlo en cada ser humano que nos cruzamos en el camino. Es esta la revolución que nos plantea la fe cristiana: amar a los otros con ese amor incondicional que nosotros hallamos en Dios, y que es capaz de superar las diferencias y divisiones. En un mundo como el nuestro, tan marcado por la indiferencia, el egoismo y la violencia, este amor nos invita a romper barreras y tender puentes, a buscar el bien común y a trabajar por la justicia y la paz.

         Esta semana está de fiesta Vecindario y su himno empieza diciendo que «el joven Tobías un día esperaba que un hombre bueno le acompañara». Ante momentos de dificultad como los que estamos viviendo, de paro, incertidumbre, de precariedad económica en muchos casos... siempre hay hombres buenos, llenos de amor capaces de acompañar en los momentos esenciales de la vida, en los momentos que marcan nuestra existencia, en los momentos en que más necesitamos la mano amiga.

         Sigue diciendo el texto que «salió al camino y encontró a aquel  guía y camino, San Rafael». Tenemos que salir a los caminos de la vida, muchas veces para encontrar a los Tobías que nos ayuden a avanzar por el camino del bien y de la verdad; en esos caminos encontramos ángeles y arcángeles que sin colgarse medallas nos van marcando la senda del bien. Quizás no sean famosos, pero desde el anonimato son capaces de guiarnos.

         Nuestro pueblo está de fiesta. Que ésta no enturbie lo esencial que es el encontrarse en la alegría y el recorrer el camino juntos para llegar a la meta en la medida que en que vayamos llegando. La fiesta ha de iluminar la alegría que tiene que reinar en un pueblo; la fiesta es la que tiene que marcar que el amor que nos hace compartir juntos lo que somos y tenemos, tenemos que llevarla hasta el final.

         Nosotros tenemos que ser Rafaeles de la vida. Tenemos que ser la medicina en la que muchos se apoyan para poder seguir adelante. Así como nosotros salimos al encuentro de los demás, estos también salen al encuentro nuestro, porque en nosotros ponen su afán y confianza desde y con amor.

         Amigos, el mundo necesita testigos vivos que ayuden a las futuras generaciones a creer en el amor pues no hay un futuro esperanzador para el ser humano si termina por perder la fe en el amor. Amemos a Dios sobre todas las cosas, pero veamos en el hermano al que amamos el rostro misericordioso de Dios Padre y Amnor

Hasta la próxima

Paco Mira