Escribe Paco Mira:
¿CÓMO SON NUESTRAS CEPAS?
Uno de los grandes
atractivos de La Geria (Lanzarote), es precisamente la forma en la que cultivan
la uva. Estamos acostumbrados a ver esos viñedos de la Península, o de aquella
famosa serie de Falcon Crest, donde el kilometraje de viñedos era infinito. En
la Geria, la sencillez, aprovechando la lava volcánica, es lo que marca la
calidad de la uva y a posteriori la calidad de un vino que es la envidia de
muchos lugares.
Este fin de semana, las lecturas nos
vuelven a trasladar a las viñas israelitas; a las viñas de la agricultura
hebrea, donde se nos habla de alguien que planta, riega, limpia las piedras y
cultiva una viña y no puede mimarla más; le pone una cerca y edifica una torre.
Pensando que todo “está atado y bien atado”, se va de viaje. Esa viña
mimada, querida, acariciada... se la deja arrendada a unos trabajadores.
Llega el tiempo de recoger los frutos
de tanto trabajo y los labradores se hacen con ellos, despreciando e incluso
matando a los trabajadores del amo, así como al propio hijo al que matan.
Terrible debió ser la escena, así como la impotencia del amo para solucionar un
problema en el que había puesto tanto mimo y cuidado.
Dios, planta su viña en nosotros. Hemos de pensar
«en qué terreno estamos plantados» y sobre todo qué cepas han puesto en nuestra
vida. Qué cepas ha puesto nuestra familia, los amigos, nuestros educadores
desde la infancia... qué nos ha alimentado física, intelectual y
espiritualmente... de que cercas nos han rodeado, qué o quién nos hace sentir
protegidos. Qué piedras han quitado de nosotros, qué situaciones y obstáculos
nos han ayudado a superar... qué torres ha construido, qué o quiénes nos
transmiten fortaleza y seguridad ante los peligros.
Después de todo esto tendremos que preguntarnos
si damos uvas o agrazones. Cada uno ha de pensar a qué lo ha llamado Dios en su
vida de cada día. Hemos de preguntarnos si no que Dios nos ha dado y entregado nos
ha servido para dar buen fruto o nunca llegó a madurar, porque nosotros no
hemos querido que así fuera.
Igual tenemos que preguntarnos si somos como
los trabajadores de la parábola y aprovechamos para nuestro disfrute personal
lo que el Señor pone a nuestra disposición, pero no estamos dispuestos a
entregarle a él ningún fruto, ni cuidamos nuestra fe, ni asumimos nuestra
corresponsabilidad en la misión evangelizadora.
Cuando el agricultor no recibe lo que
esperaba en relación a lo plantado, seguramente que se pregunta que qué es lo que
hizo mal en su origen. Igual nosotros podemos hacer lo mismo que el agricultor
y preguntarnos si nuestra viña personal no da el fruto esperado, qué es lo que
habría que hacer con mi viña para dar mejor fruto.
Incluso preguntarnos que qué más espero que
Dios haga en mi viña. Igual rechazo a los enviados del propio Dios, rechazo
sistemáticamente la postura de la Iglesia sin pasarlo por el tamiz del corazón
de la fe. Incluso deberíamos de preguntarnos si no es suficiente con que nos
enviara a du propio Hijo, que incluso hemos llegado a matarlo y probablemente
lo seguimos haciendo cuando descuidamos el abono del amor en un mundo
necesitado de ello.
No seamos agrazones, ni desperdiciemos los dones
de Dios. Sino que seamos conscientes de ellos para aprovecharlos y dar el fruto
que corresponde. Es una buena oportunidad para analizar lo que hacemos en
nuestra vida de pastoral, familiar, laboral, de amigos... nuestras cepas necesitan
constantemente ser revisadas si queremos que la uva y a posteriori el vino,
sean de la mejor calidad posible.
Hasta
la próxima
Paco Mira