Escribe Paco Mira:

A VER QUÉ SALE



         Yo creo que todos, alguna vez, hemos hecho la prueba de entrar en internet, poner nuestro nombre y «a ver qué sale». Si hemos tenido suerte (a lo mejor no, ¡que suerte!) de encontrarnos, sobre la marcha acudimos a los enlaces que nos menciona, e incluso podemos llevarnos una desagradable sorpresa porque igual ponen o mencionan cosas que no nos gustan. Por eso, y desde hace algunos años, se ha legalizado lo que se llama «derecho al olvido», que consiste en decirle a internet que borre los datos en los que a nosotros nos menciona.

        En un plano más de andar por casa, todos, en alguna ocasión, hemos hecho cosas de las que nos arrepentimos. A lo mejor no en el momento, pero sí con el paso del tiempo. No se trata de decir que aquí no ha pasado nada, ni de eludir las posibles consecuencias. Se trata de que no nos estén recordando o echando en cara constantemente nuestro pasado, y poder seguir adelante con nuestra vida. Pero, a veces, en nuestras relaciones de amistad o de familia, siempre nos va a quedar en el recuerdo aquello que hicimos e incluso los demás tampoco lo han olvidado.

        Pero Dios no actúa como nosotros. El sí tiene el derecho al olvido, porque en la primera lectura de este fin de semana, nos recuerda «cuando el malvado se convierte de la maldad.... él salva su propia vida». Dios, respetando nuestra libertad, da a los pecadores la oportunidad de convertirse y de vivir una vida nueva y poder así alcanzar la salvación.

        Preciosa la parábola, de nuevo, de la viña. Dos hijos que dan una diferente respuesta a la invitación del padre: uno le dice que no, pero va. Otro le dice que sí, pero no lo hace. Para Dios, lo que cuenta es que cumplamos lo que Dios quiere de nosotros y acudamos a su invitación aunque en un momento determinado de nuestra vida lo hayamos negado con rotundidad en más de una ocasión. De ahí la contundencia de las palabras de Jesús: las prostitutas y los publicanos les precederan en el reino de los cielos. Ambos son pecadores públicos, con un pasado conocido por todos, pero un pasado que para Dios no cuenta.

        Pero para que Dios pueda ejercer el derecho al olvido, hemos de tener una condición que ya teníamos la semana pasada: la conversión; sentir verdadero pesar de lo hecho y por eso en el salmo hemos dicho «Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas», siempre procurando que los caminos del Señor estén presente en nuestras vidas.

        Lo importante de la parábola no son las palabras que los protagonistas dicen en un momento dado, sino su conducta real. Ser creyente es algo más que recitar oraciones o formulas de memoria o mostrar simpatía por la concepción cristiana de la vida.

        La fe  no es algo que se posee, como el que tiene un coche. La fe es un proceso que se vive. Más importante que confesarnos cristianos, es esforzarnos por llegar a selo. Esta parrábola nos obliga a revisar nuestro cristianismo. La fe no consiste en pensar, sino en recorrer el camino recorrido por el propio Jesús de Nazaret. Un camino nada fácil. Un camino lleno de cruces que cada uno tendrá que llevar y soportar en cada momento de la vida.

        «Vete a trabajar a mi viña». ¡no voy!. Ojalá que todas las respuestas que negativamente podamos dar, se conviertan en la semilla de compromiso en la seriedad que requiere el mensaje y el testimonio de Jesús de Nazaret.

 

Hasta la próxima

Paco Mira