Escribe Paco Mira:
¿PARO EN LA IGLESIA? ME
GUSTARÍA QUE NO
Tengo una amiga que es dueña de un
pequeño comercio dedicado a la alimentación y ella se quejaba que tenía
dificultad para encontrar trabajadores, sabiendo incluso que las condiciones
laborales eran buenas. ¿Razones?: madrugar para estar con tiempo y reponer
antes de abrir a los clientes; librar solamente dos días….incluso leía que
según el INE hay más de cien mil puestos de trabajo que no se cubren. Es verdad
que hay trabajos en los que las condiciones son abusivas, pero en general estas
plazas no se cubren por falta de formación adecuada o porque no resultan
«atractivos», por el horario o por el esfuerzo físico. Y las más perjudicadas
son las pequeñas y medianas empresas, porque no tienen un relevo generacional
que garantice la continuidad.
Me da la impresión que en nuestra
querida Iglesia, también hay «empleos sin cubrir» y además lo dice Jesús en el
evangelio de este finde: la mies es abundante, pero los trabajadores son pocos.
La misión evangelizadora ofrece abundantes y variados «puestos de trabajo», pero
muchos se quedan sin cubrir.
Y esta situación afecta a las
pequeñas y medianas parroquias, que como año tras año disminuye el número de
agentes de pastoral y aunque se hacen sucesivas invitaciones a la
participación, muchos de estos llamamientos caen en el vacío, por lo que hay
áreas pastorales que ya no se pueden cubrir.
Las causas de que queden «empleos
sin cubrir» son varias: unas porque nos hemos impregnado de falta de
compromiso; otras veces porque los clérigos y laicos tratamos de escapar de
cualquier tipo de compromiso que nos quite el tiempo libre que nos queda.
Además creo que vivimos en un ambiente de pesimismo, de debilidad, falta de
entusiasmo y pérdida de esperanza por parte de los cristianos. Hay una
reducción de la práctica religiosa y eso hace que nosotros tengamos un estilo
vago.
De ahí que el evangelio nos diga
«rueguen al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies». No olvidemos
que el principal protagonista de la evangelización es el Espíritu. Es el que
infunde y despierta el deseo de trabajar por una tierra nueva y un espíritu
nuevo.
Nuestra Iglesia está necesitada de
trabajadores comprometidos y celosos del evangelio, de su compromiso, de su
puesta en marcha, de su trabajo a «destajo». Uno, a veces, echa en falta
tiempos en los que había trabajadores de sobra, ahora tenemos que conformarnos
con lo que tenemos y que en muchos casos tienen un compromiso envidiable.
A veces nos quejamos que en
nuestras iglesias no entran los jóvenes y los que están se van. Sin embargo,
creo que el testimonio tiene que empezar por uno mismo, por todos y cada uno de
los que nos encontramos dentro y que decimos que tenemos que ser ejemplo para
muchos de ellos. La mies cada vez es mayor y abundante y los trabajadores
mayores y escasos.
Pidamos pues, que mande obreros a
su mies.
Hasta la próxima
Paco Mira