Escribe Paco Mira:

A DIOS ROGANDO, PERO CON EL MAZO DANDO



Los que tenemos algunos años recordamos aquel refrán que decía: «hay tres jueves que brillan más que el sol: jueves santo, el corpus y la ascensión». Claro está que este refrán ya no tiene sentido, entre otras cosas, porque menos el jueves santo, el resto de fiestas se han pasado al domingo. Y este fin de semana se celebra precisamente el de la ascensión.

Una fiesta en la que unos hombres vestidos de blanco, les dijo a los galileos, pero que también nos lo dice a nosotros hoy, “galileos, ¿qué hacen mirando al cielo?” A veces todos nos quedamos absortos mirando al cielo, como si en la tierra no hubiera curro y trabajo que hacer. Me alegra como aquella primera comunidad cristiana, lejos de amilanarse, lo que hizo fue seguir con el testimonio que habían aprendido.

Pero la Ascensión creo que también es la fiesta de la paciencia. Podemos pecar por exceso y desistir de la marcha porque el camino resulta demasiado fatigoso o por el contrario anticipar la llegada a la meta porque el camino se nos hace demasiado largo. La paciencia no ha de ser una postura de dimisión ante la vida. El hombre paciente resiste activamente ante las adversidades, manteniendo espíritu firme y fuerte ante el desgaste de los años. Pero la paciencia es esa virtud que se opone a esa prisa y ansiedad que nos hacen vivir inquietos y agitados y corriendo, aunque muchas veces no sepamos hacia donde corremos.

Hemos de aprender a respetar  el ritmo de la vida. Cada cosa tiene su tiempo. Es bobería estirar el tallo de la planta para hacerla crecer antes. Lo inteligente es regar bien la vida y saber esperar. Tener paciencia con nosotros mismos y con la historia.

Es peligrosa la huida hacia adelante del impaciente que adopta siempre las posiciones que cree más progresistas solo para sacudirse de encima el pasado, que se casa cuanto antes solo para alejarse del hogar paterno o que busca un nuevo amor solo para olvidar mejor su anterior fracaso amoroso.

Hemos de aprender a recorrer pacientemente nuestro camino. Un camino único y original. Con sus logros y tristezas, aciertos y fracasos, sus ilusiones y decepciones. Recordemos lo que decía León Felipe: «Nadie fue ayer ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios, por este camino que yo voy. Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol, y un camino virgen Dios».

Por ello en nuestra querida Iglesia muchas veces hemos querido imitar caminos anteriores, pensando que son nuevos, y casi siempre nos hemos equivocado porque cada tiempo tiene su afán, su historia, su trayectoria. No será porque muchas veces hemos dicho «es que siempre se ha hecho así» y no salimos del inmovilismo que nos enquista y por ello no avanzamos.

En este caminar de la vida, los creyentes sabemos que no estamos solos. No tengamos miedo a equivocarnos eso significa que estamos vivos. Siempre nos va a acompañar el resucitado. Su presencia es la que nos sostiene, sus palabras nos llenan de un nuevo aliento, «yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo». Pero a veces creemos que estamos perdiendo el equilibrio como los niños que empiezan a caminar.

La Ascensión no es mirar hacia arriba. Es la fiesta de trabajar lo que hemo aprendido; es la fiesta de la mayoría de edad porque tenemos que caminar solos; es la fiesta de la paciencia activa, pero también es la fiesta del rezo y del trabajo: a Dios rogando, pero con el mazo dando».

Es verdad que nadie nos va a regalar nada, pero también es verdad que tenemos que poner en práctica aquello que hemos aprendido. No estemos tristes, al contrario, sabemos que ahora tenemos que poner en práctica la verdad de nuestra teoría y seremos más creíbles ante el mundo.

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         FELIZ PASCUA 2023

         Paco Mira