Escribe
Paco Mira:
¿DÓNDE ESTÁ NUESTRO EMAÚS?
Que la Biblia
es un libro religioso, es algo innegable y que todos deberíamos dominar. Y lo
deberíamos hacer para evitar situaciones enfarragosas que, otros que entienden
menos que nosotros, nos puedan ocasionar. Sobre todo, partiendo de la base
sobre preguntas que nos pueden resultar molestas: ¿por qué Dios permite…? ¿dónde
estaba Dios cuando…?, ¿por qué Dios ha mirado para otro lado…? Claro eso es no
entender que la Biblia es un libro estrictamente religioso.
Si yo les pregunto
dónde queda nuestro Emaús, seguro que el GPS se pondría a funcionar de tal
manera que nos llevaría al lugar adecuado. Pero eso es no entender lo que
significa nuestra Biblia.
Emaús es un
encuentro, no un lugar físico. Ni siquiera un lugar geográfico a dónde habría
que ir, es la experiencia de quien se encuentra con lo desconocido, pero que le
engancha, le atrae, le invita y acabamos aceptando el reto. Hoy que, por
ejemplo, muchos jóvenes crecen en un vacío religioso, porque no han tenido ni
tienen quien les llene ese vacío, no han tenido ni tienen ninguna experiencia
religiosa y que la única herencia es la confusión, la desconfianza religiosa y
sobre todo la indiferencia. Muchos no niegan ni dudan, simplemente no tienen ni
idea.
Y esto sucede
porque falta un mínimo de experiencia religiosa y porque el mensaje que les
llega de la sociedad es que la religión es algo trivial y sin importancia para
el ser humano. No es que los jóvenes estén abandonando la fe, sino que en
muchos de ellos difícilmente la fe puede brotar. Muchos de ellos, en su casa,
lo único que encuentran es la indiferencia y el silencio o que la televisión ve
la burla a una religión que ellos consideran ridícula o la crítica a una
Iglesia que en muchos casos no entienden, pero que les resulta extraña y
anticuada.
Todos estos
jóvenes y no tan jóvenes, lo que necesitan no es doctrina, porque no se les
puede convencer con palabras de algo que no pueden experimentar. Lo que
necesitan es que alguien (¿nosotros?), les enseñe a descubrir a un Dios amigo
en lo hondo de su corazón. Lo importante no es imponerles obligaciones
religiosas, sino ayudarles a comunicarse con Jesús de Nazaret.
No se puede creer
en Dios cuando falta comunicación con él. No se puede seguir a Jesús cuando no
hay contacto con él. El relato de Emaús nos invita a leer nuestra Biblia de
forma que seamos capaces de que arda nuestro corazón. Después una
celebración de fe en la Eucaristía donde seamos capaces de reconocerlo.
Aquellos que iban de camino, se extrañan de que el «invitado» en el mismo sea
incapaz de saber lo que ha pasado.
Es curioso como
los discípulos no olvidan a Jesús: el texto nos dice que conversan y discuten
sobre él, recuerdan sus palabras y sus hechos, dejan que aquel desconocido les
vaya explicando lo ocurrido. Nosotros necesitamos, en nuestras comunidades,
recordar a Jesús, ahondar en su mensaje, que sus palabras nos conmuevan para
que nuestro corazón comience a arder y será la señal de que nuestra fe se está
despertando.
Ojalá que nosotros
vayamos con frecuencia a Emaús, a nuestro Emaús particular. No a ese lugar
geográfico, sino a ese encuentro sinodal y de camino con el resucitado. Así y
solo así, podremos ser testimonio para todos aquellos que buscan y que no
encuentran, pero que nosotros podemos ser la experiencia del resucitado.
FELIZ PASCUA 2023
Paco Mira