Escribe Paco Mira:
¿DE VERDAD
CREEMOS QUE TIEMPOS PASADOS FUERON MEJORES?
Pues si les digo la verdad, yo también lo creía. Pero cada vez que pasa el tiempo, creo que cada uno tiene, valga la redundancia, su tiempo, su momento, su lugar…. Y cada tiempo y cada lugar y cada momento son distintos, o al menos el ser humano lo ve distintos. Porque en cada uno de nosotros influyen una serie de factores que condicionan nuestra forma de ver la vida. Ninguno tenemos la verdad absoluta, aunque todos podemos y ¿debemos?, opinar de cualquier tema que nos pueda o no influir en nuestra vida. Para ello, los medios de comunicación social se encargan de recordarnos los acontecimientos diarios.
Este
fin de semana, la liturgia nos invita a que nos planteemos cuantas piedras
somos capaces de coger con el fin de lanzarlas contra cualquiera de nuestros
hermanos (se sangre o de fe), la liturgia de este fin de semana nos invita a
que seamos capaces o no de señalar con el dedo al “árbol caído”, que es lo más
fácil; este fin de semana se nos invita a señalar con el dedo a todos aquellos
que nos han hecho plantearnos nuestra vida y que no somos capaces de decir de
que no, pero sí de apedrearlos de alguna manera.
El
texto nos presenta a una prostituta. Quizás la pecadora por excelencia de
aquella época en una sociedad donde el puritanismo hipócrita de los “perfectos”
prevalecía ante la ignorancia de un pueblo al que no se le permitía hablar para
defender su propia voluntad. Lo curioso de la escena es que Jesús entra en ella
en silencio, como quien no quiere la cosa, sin ruido, se agacha, se pone a
escribir en el suelo, como si la escena no fuera con él, ante la inminencia de
un ajusticiamiento injusto de una mujer, que según la ley, había delinquido.
¡Cuántos
dedos acusadores marcamos, en una sociedad hipócrita del siglo XXI!. Hoy nos
llevaríamos las manos – y nos las llevamos – a la cabeza por acusar a una mujer
que negocia con su cuerpo, sin entrar en el por qué de su situación ni en el
por qué lo hace, pero en aquella época se estaba haciendo lo que convenía para
la sociedad y las leyes de la época.
Creo
que sería bueno que nos planteáramos las veces que nos agachamos para tirar
piedras contra otros creyéndonos en posesión de una verdad absoluta, cuando la
única verdad la tiene Jesús de Nazaret: “si nadie te acusa, yo tampoco”.
¡Cuántas veces señalamos con el dedo a quienes les reprochamos que no hacen las
cosas conforme a las leyes, pero nuestro corazón está a años luz de la ley del
evangelio!.
¡Cuántas
mujeres hoy en día son señaladas con las piedras de la indiferencia en una
Iglesia que cada vez clama más por la igualdad! ¡Cuántas mujeres son señaladas
con el dedo del olvido en una Iglesia que pretende ser igualitaria!
Jesús,
en el suelo de nuestro mundo, escribe con el dedo el nombre de todas y cada una
de las mujeres olvidadas e ignoradas en el seno de nuestra Iglesia. Hemos
iniciado un camino de sinodalidad donde hombres y mujeres intentamos, en la
base, caminar juntos. Ojalá que también lo hagamos en los organismos de
responsabilidad.
Pablo,
le escribe a la comunidad de Tesalónica y les dice que “olvidándome de lo
que queda atrás y lanzándome a lo que está por delante”, por eso comenzaba
estas letras pensando si tiempos pasados fueron mejores. Probablemente no. Y no
lo fueron desde el momento en que la igualdad no era paridad y la paridad no
era igualitaria. ¡Quién esté sin pecado, que tire la primera piedra! Dice el
texto que uno tras otro se fueron alejando de aquel lugar.
El
texto del fin de semana pasado nos hablaba de un padre que no miraba la maldad
de sus hijos, que esperaba con los brazos abiertos, que le daba igual la vida
pasada, “el hijo que estaba muerto, ha vuelto a la vida”. ¡Cuánto tenemos que
aprender de nuestro presente forjado en el pasado que a veces no debemos
recordar!. Tenemos por delante el futuro que está en nuestras manos. Tenemos
por delante un camino que tenemos que recorrer y que el evangelio de este fin
de semana nos ayuda a hacerlo.
No
acusemos a nadie; demos a todos las oportunidades que se merecen; no arrojemos
piedras inútiles como poseedores de una verdad que no tenemos. Agachémonos ante
quien se arrepiente de verdad y si el Padre no le acusa, nosotros no tenemos el
derecho de hacerlo.
Hasta
la próxima
Paco
Mira