Escribe Paco Mira:
QUE NO NOS PILLE DURMIENDO
Ni tampoco con el
pie cambiado. Este fin de semana cambiamos la hora. Siempre que se produce un
cambio como este, hay infinidad de disculpas o no, para no llegar a tiempo a
aquello que es importante: el trabajo, atender el colegio de los niños, las
actividades propias de una casa, compartir la fe... seguro que a un asadero, a
la fiesta del pueblo o del vecino de al lado... siempre llegamos a la hora,
porque la hora la ponemos nosotros, o el vecino.
Tenemos claro que la pandemia nos ha puesto en nuestro sitio. No
había nada atado y bien atado. No había nada que durara para toda la vida.
Nuestra fe estaba - y está - en pañales, gateando, balbuceando en los primeros
pasos. Muchos han aprovechado estos tiempos para fabricar su propia religión y
se han construido su propia moral, una moral a su medida, una moral en la que
la norma la pone cada uno y casi siempre no tiene tope. Nunca han buscado otra
cosa que situarse con cierta comodidad en la vida, evitando interrogarnos con
preguntas que cuestionen seriamente nuestra existencia.
Algunos no sabrían decir si creen en Dios o no. En realidad no
entienden para qué pueda servir tal cosa. Viven tan ocupados en trabajar y
disfrutar y tan distraídos por los problemas de cada día, los programas
televisivos y las revistas del corazón del fin de semana que Dios no tiene
sitio en sus vidas. Incluso el volcán de La Palma, fue, pero ya no lo es tanto,
noticia de portada en el corazón de muchos de nosotros.
El evangelio de este fin de semana nos habla de amor. De un amor
que no está en el mismo plano que otros deberes. No es una norma más, perdida
entre otras normas más o menos importantes. Amar es la única forma sana de
vivir ante Dios y ante las personas. Si en la política o en la religión, en la vida
y comportamiento social o individual, hay algo que no se deduce del amor o va
contra él, no sirve para construir una vida humana. Sin amor no hay progreso.
Se puede vaciar de Dios la política y decir que basta pensar en
el prójimo. Se puede vaciar del prójimo la religión y decir que lo decisivo es
servir a Dios. Para Jesús Dios y prójimo son inseparables. No es posible amar a
Dios y desentenderse del hermano. No nos olvidemos que al final de nuestros
días, lo único que nos van a pedir es el cuánto hemos amado.
Al comienzo de la semana, es también el día de los santos y de
los difuntos. Santos hay muchos y sin peana; caminan con nosotros y
probablemente no los conocemos o no queremos rozarnos con ellos, pero nos van
marcando el camino y dejan huella. Nosotros hemos de aprender de ellos. Pero
son muchos los que nos han dejado, y el recuerdo hacia ellos tiene que ser de
agradecimiento y veneración. Es el sentido de una flor en ese día. Pero lo más
importante no es tanto la flor, sino el recuerdo de la vida que nos ha marcado
y por ello la resurrección tiene sentido. Mientras les recordemos con memoria
agradecida, seguro que han resucitado.
Por ello, decía al principio de este escrito, que no nos pille
durmiendo. Que no nos pille sin amar, pero amar de verdad, con el corazón, amar
a los demás como a nosotros mismos. Por ello el Reino de Dios no está lejos de
nuestro corazón. Muchos son los que están en las colas del hambre; muchos son
los que dejan sus vidas en el océano porque han decidido llegar a una vida mejor
a la que todos tenemos derecho; y nosotros.... no hemos cambiado la hora. Nos
ha pillado todavía durmiendo, pensando que llegamos a tiempo y lo hacemos
tarde.
Amigos, empezamos un nuevo mes. Empezamos recordando a los que
nos han precedido y han dejado y nos dejan sus huellas. No nos durmamos, porque
el amor no tiene cambio de hora. Siempre es tiempo de amar.
Hasta la próxima
Paco Mira