Escribe Paco Mira:
TOCAN EN LA PUERTA: ¿ABRIMOS?
Creo que somos muy poco dados a los cambios.
La frase, "siempre lo hemos hecho así", parece que retumba y resuena
en nuestros oídos y hasta nos da consistencia en nuestros argumentos. Cuando el
Papa Francisco hace algún cambio de cierto calado, los ríos de tinta teológica,
corren por lo barrancos de la vida eclesial de una forma abrumadora. Pero
muchos parece como si quedaran atrapados en el tiempo, como que el tiempo no
corre más allá de lo que vemos, parece como que el tiempo es el dueño del
momento, pero del momento pasado: es que siempre lo hemos hecho así.
Este fin de semana, Jesús vuelve a la
vida cotidiana. Sale, sale de la rutina y se va al cambio. Sale de la sinagoga
(Cafarnaún), sale de lo establecido, de la ley, de la norma... y se va a casa,
se va a lo cotidiano, al evangelio de la calle, a encontrarse con aquellos que
realmente lo necesitan y por ello lo buscan.
Jesús va a la casa y en esa casa se va a
ir gestando la nueva familia de Jesús. En las comunidades cristianas, en
nuestras comunidades hemos de saber que no son un lugar religioso donde se vive
de la ley, sino un hogar donde se aprende a vivir de manera nueva en torno a la
figura de Jesús de Nazaret. Por ello, cada vez menos, siempre lo hemos hecho
así.
Es curioso que Jesús, probablemente haya
tocado en la puerta. Hoy no sé si oiríamos el timbre o el golpe con los
nudillos. Le dicen que hay una mujer enferma, y se acerca. Es lo primero que
hace: acercarse a los que sufren, mirarles a la cara, mirar de cerca su rostro
y compartir su sufrimiento. Después la coge de la mano. Jesús acaricia al
pobre, toca al que sufre, comparte con él su propia historia por mucho que los
demás le digan que no lo hagan o por mucho que la "norma" le diga que
no pueda hacerlo. La levantó - dice el texto -, la pone de pie y le devuelve la
dignidad.
Así está siempre Jesús en medio de los
suyos: como una mano tendida que nos levanta, como un amigo cercano que nos
infunde vida. Jesús no sabe otra cosa que servir y no ser servido. Por eso la
mujer curada por él se pone a servir a todos. Lo ha aprendido del propio
Maestro: no hay amor más grande que el que da incluso la vida por otros. Por
ello sus seguidores han de servir acogiéndose y cuidándose unos a otros.
Pero la comunidad cristiana no piensa
solamente en sí misa y que vive de espaldas al sufrimiento de los demás. El
relato dice que al ponerse el sol, cuando ha terminado el sábado le llevan toda
clase de enfermos y poseídos por algún mal. Al llegar la oscuridad de la noche,
cuando el día parece que ya no tiene continuidad los enfermos se agolpan en la
puerta, llaman a la puerta. Los ojos y las esperanzas de los que sufren buscan
la puerta de esa casa donde está Jesús.
La Iglesia solo atrae de verdad, cuando
la gente que sufre puede descubrir dentro de ella a Jesús, curando la vida y
aliviando el sufrimiento. A la puerta de nuestras comunidades hay mucha gente
sufriendo, gente que toca en la puerta, gente que incluso grita ante el dolor
que le produce el desgarro de la falta de trabajo, de no llegar a fin de mes,
de la soledad en un geriátrico, o el abandono hospitalario por parte de muchas
familias. Los golpes en la puerta son continuos y constantes, y a veces
decimos, desde la comodidad de que siempre se hizo así, que no oímos.
Hasta la próxima
Paco Mira