DIARIO DE UN CURA:
FEBRERILLO LOCO
Este mes de
febrero, el más pequeño de los meses, es también el más travieso, el más loco. Y por lo mismo, el más simpático. Los niños,
como los adultos, si son algo traviesos, suelen caer muy bien. Febrero es
juguetón. Cae bien.
La calima que este
mes se asoma a mis ventanas y se mete en
la casa yo no sé ni cómo, no me hace ninguna
gracia. Pero fue el mismo mes que me regaló disfrutar los días
de lluvia, ver correr los barrancos y volver a respirar bien y sano. El mismo. Nadie es tan malo que no tenga algo bueno. Ni
tan bueno que no tenga algo malo.
Igual que el mes
de febrero con sus vaivenes, transcurren
muchos de los días y los meses de esta
pandemia. Con momentos de preocupación o miedo y con situaciones relajadas que favorecen la
conversación pausada, la risa o la emoción,
aunque a las 10 de la noche, el
toque de queda nos obligue a despedir a
los amigos.
Algunas de las
personas que habitualmente participamos en las tareas de las dos parroquias en
las que estoy hemos experimentado en
este tiempo lo bonito que es compaginarlo todo. Encontrarnos en la iglesia para
orar y empezar o terminar la jornada disfrutando de un café o un vino en
cualquier cafetería del pueblo. El evangelio, me lo decía un compañero, se vive también en los bares. Por eso es fácil
que nos vean en la churrería de Paco, la
terraza de Mario, Panachy, La
Francesita, el bar de Juan o la dulcería
de Fernando y Antonia.
Así, como un
febrerillo loco, transcurren los días a veces llenos de risas y otros de tristezas
o de lágrimas.
Esta tarde visité
a Ángel. Él necesitaba, me dijo, hablar con un sacerdote. Y allí estuve en su
casa. Hablamos, nos escuchamos y rezamos.
La despedida fue entrañable y emotiva. Y creo que un día de estos lo llamaré
para decirle una verdad: que también un cura necesita hablar con personas como
él.
Cuántas cosas van
sucediendo en un mes con fiesta de la Candelaria llena de música, San Blas con
hilos rojos, aniversario de la radio que nació en Tamaraceite, un carnaval
descafeinado, miércoles de ceniza a tope, terrazas para no más de cuatro y misas al 33 por ciento. Los que decían que no, ahora dicen que sí quieren
vacunarse. Los que decían que sí a la llegada de extranjeros a las islas , ahora
dicen que no, … si los extranjeros que vienen
son de otro color.
El lunes había
mucha gente en Cáritas. “Aquí me tratan con amabilidad y respeto”, me contó un
joven del Sahara. “Y eso es lo que más echo de menos”. Y la voluntaria me dijo: Cuando lo veo así, deprimido, pienso que puedo ser su madre y lo intento
tratar como a un hijo. Y me vino a la mente la cuaresma y la semana santa con
imágenes de verdad.
Una joven de la
parroquia me comentó: Cuánta variedad hay
en la vida de un párroco. Piensas que sólo está para celebrar misas, pero hay mucho más. Vivencias,
dificultades, momentos de incomprensión, confidencias, tristezas y alegrías.
Lo bueno y malo, todo revuelto.
Como el mes de febrero, le comenté. Y nos marchamos a tomar un café y unas
risas. Febrerillo loco. Febrerillo travieso.