Escribe Paco Mira:

DIA DE LA IGLESIA DIOCESANA

 

             Estos días atrás, hemos vivido unos hechos que se me antojan que no tienen mucha explicación. Madrid, Logroño, Barcelona, León.... han sido víctimas inexplicables de conductas nada ejemplarizantes por un grupo de jóvenes ( más o menos numerosos) que se dedicaron a destruir, como señal de protesta, todo el mobiliario urbano que se encontraron a su paso. Eso me recuerda que cuando era pequeño y me enfadaba le daba un puñetazo a la pared como si esta tuviera la respuesta a mi enfado o cabreo.

         Yo no voy a discutir si estos jóvenes tenían o no razón. Algunos les tacharon de radicales extremistas de diferentes partidos. Igual es verdad, pero lo que no acabo de entender es la postura de sus progenitores hacia sus hijos. Seguro que en sus casas, como en la mía, se comentó la actitud incívica de estos muchachos y me gustaría saber cuál es la postura de sus padres en esos comentarios. Si se alienta o alimenta ese tipo de actitud, no se está siendo responsable con uno mismo y con el prójimo.

         De responsabilidad nos habla el evangelio de este fin de semana. Nos habla de estar atentos a los acontecimientos de la vida que nos han de marcar el devenir de nuestra forma de actuar. Las vírgenes que quemaron el aceite antes que llegara el esposo, no tuvieron la responsabilidad de estar atentas a los acontecimientos que la vida les iba deparando.

         Este fin de semana celebramos el día de la Iglesia Diocesana. Quiero creer que mi Iglesia, esa que tiene tantos defectos, pero a la que quiero con locura, también es responsable o por lo menos lucha por ello. Lucha por no dar mal ejemplo a aquellos que están esperando la mínima - cual coyote con la presa débil - para echarse encima. Quiero a mi Iglesia con defectos, pero que es capaz de levantarse ante las adversidades, que reconoce que se equivoca y vuelve a recuperar el rumbo.

         Seguro que estamos en una etapa maravillosa para replantearnos muchas cosas. Para dar carpetazo a viejas teorías que no nos dejan avanzar por el camino y por la senda establecida, pero una etapa que nos ofrece infinidad de posibilidades nuevas capaces de alentarnos en tiempos duros.

         Quiero a mi Iglesia Diocesana siempre con la vela encendida de la igualdad entre hombres y mujeres. Igualdad de oportunidades en la administración de la misma. Quiero a mi Iglesia Diocesana que cuenta con laicos comprometidos con el evangelio de Jesús de Nazaret y que son capaces de evangelizar en aras a un proyecto maravilloso que llamamos evangelio. Quiero a mi Iglesia Diocesana que se confiesa santa y pecadora, que reconoce errores, que es capaz de rectificar y sobre todo que tiene los oídos atentos a la voz de la súplica de los pobres y desvalidos que son muchos.

         Quiero a mi Iglesia diocesana que camina, junto con nuestro Obispo, descalza por los caminos polvorientos de un siglo que se me antoja complicado, desesperado y que gime por y con aquellos que menos tienen. Quiero a mi Iglesia Diocesana que enarbola la bandera de caritas, porque es el ejemplo vivo de la voz de los que no la tienen sin que le importen la raza, la religión o el lugar de nacimiento..

         Ojala que no nos durmamos como a las vírgenes. Estemos siempre con las lámparas encendidas. Demos signos de esperanza y de vida. Seamos generosos porque eso es signo de que lo que hemos recibido gratis, lo damos gratis.

         Quiero esa Iglesia Diocesana. Si hasta ahora no lo hemos hecho, estamos a tiempo

         Hasta la próxima

         Paco Mira