Escribe Paco Mira:
JESUCRISTO, REY DEL
UNIVERSO
Todos
los años, la casa real española, convoca entre los escolares españoles un
premio titulado ¿Qué es un rey para ti?. Todos los niños de España
pueden hacer un alegato de lo que ellos consideran lo que es una figura que
probablemente la ven como mucha lejana. Pues hace unos años, uno de los niños
escribió: «Mi rey debería ser como el Jesús de la cruz, que lloró porque el
ladrón que tenía al lado, también lloraba».
Viendo los reinados que
existen en el mundo; viendo e boato y el protocolo con se las gastan por ahí
delante; viendo las vestimentas que para determinados momentos nuestros reyes
se ponen y lucen... no sé si estaremos equivocados o en el lugar adecuado.
Jesús
es el rey del Universo, la de hoy es la festividad de nuestro rey, pero no la
de un rey a la usanza. No es la del rey de alfombra roja ni de joyas pomposas,
no es el rey de carruajes ni caballos de pura raza, es la festividad del rey
semidesnudo, coronado de espinas, clavado para que no se escape, sangrando para
que sirva de ejemplo a todos los malhechores de la época y de épocas
posteriores.
Hoy
es la festividad de un rey, cuyo reino no es de este mundo. Es el reino de los
que tienen hambre y sed de la justicia; es el reino de los pobres, de los que
viven en la calle tirados, de los que no tienen un pan para llevarse a la boca;
es el reino de los que lloran con los que lloran; es el reino de los que
sufren, de los enfermos, de aquellos que tienen a la soledad como única
compañía; es el reino de los que cuando tuve hambre me dieron de comer; cuando
tuve sed me dieron de beber; cuando
estaba desnudo hubo una mano generosa que ayudó a vestirme, del que me vino a
visitar a la cárcel, cuando todos me dieron la espalda; es el reino de los que
no llegan a fin de mes o tienen problemas con los hijos; es el reino de los que
tienen derecho a nacer, a la vida y muchos de nosotros se lo impedimos.
Es
un reino, el de mi rey, que no tiene premios; que no se convocan en función de
las diferentes actividades que cada uno realiza; que no se dan premios en
ningún teatro ni se aprovecha cualquier festival para mencionarlo; que no se
convoca a los medios de comunicación social para que se hagan eco de la
festividad; es un reino en el que no se cortan las calles para que pase y los
demás no tienen derecho ni a acercarse.
El
premio de mi rey, es el mismo que le dijo al que estaba colgado con él en la
cruz, «te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraiso». La verdad es
que es tentador el poder alcanzar un Reino de esa manera.
El
reino no es una ideología, ni un programa político; es un conjunto de actitudes
que cambian los corazones, despojándonos del hombre viejo y revistiéndonos del
hombre nuevo, de entrañas de misericordia, de bondad de humildad, de paciencia
de mansedumbre, de capacidad de perdonar, pero sobre todo que el amor sea el
que nos une a todos y cada uno de los habitantes de ese reino
Pero
ese rey necesita manos que le ayuden en esa tarea. Quiere las manos tuyas y las
mías; quiere hombres y mujeres que sean capaces de dar la cara en un mundo cada
vez más dividido; hombres y mujeres que sean capaces de dar la vida por las
causas justas que los hombres nos empeñamos en convertir en injusticias.
Nuestro rey quiere un reino donde no haya ni llanto ni dolor, sino justicia y
paz. El ladrón lloró. Me gustaría llorar por tantas personas que podrían dar
esperanza a este mundo y se callan o solo dicen las cosas malas y los fallos.
Me gustaría llorar por tantos inocentes que son condenados por sin haber hecho
nada malo.
En
tus manos y en las mías está la posibilidad de hacer realidad ese reino entre
nosotros. Solo tenemos que ponernos manos a la obra. Si es así el premio lo
tenemos asegurado, sin necesidad de vestirnos de gala, simplemente con el
corazón limpio y entregado, gozaremos del Reino prometido.
