Un nacimiento siempre trae alegría como la que nos dio  Jesús cuando llego a nuestras vidas gracias a su madre María quien por hospital tuvo un pesebre y un buey y una mula, sus matronas serían.

  Y tras el alumbramiento las primeras visitas oro, incienso y mirra como regalo llevarían y felicitaciones para la madre del que el Salvador de nuestras vidas más tarde sería.

  Pañales, leche y mucho amor, los lugareños de Belén al pequeño ofertarían. Y así fue como nacieron estas fechas tan hermosas, a la par que emotivas que por Nochebuena y Navidad muchos años después la gente conocería.

  Se iluminaron las calles de luz, se reencontraban las familias, los abrazos a los amigos y la ilusión en el aire presente se hacía.

  Ese fue el hermoso milagro que en un pesebre un 24 de diciembre en una fría, noche de invierno para el mundo, su salvación sería.

  Y que transcurridos los años seguimos festejando con alegría, pues siempre es bonito celebrar el nacimiento de una nueva vida y añorar a quienes hicieron de ese día, unas mágicas Navidades en nuestras vidas.

Liduvina Díaz Hernández