Escribe Paco Mira:
CUIDADO CON
LOS QUE NO CUIDAN A LOS POBRES
¿Qué
tengo yo que hacer para ser feliz?. Es la pregunta de ayer, de hoy y seguro que
de mañana. De un tiempo a esta parte, la Inteligencia Artificial es la reina de
las nuevas tecnologías. Los usuarios de a pie, disponemos de aplicaciones que
hacen verdaderas maravillas que en un principio no se distinguen de
realizaciones hechas por humanos. La Inteligencia Artificial puede
complementar, superar y sustituir las capacidades humanas en muchos ámbitos,
sobre todo en tareas complicadas como la medicina, estudios científicos, etc...
Muchos ven la Ingeligencia Artificial como la solución a los problemas de la
humanidad, pero otros temen que se genere una dependencia de ella y que nos
vuelva más tontos.
Acostumbrados
a escuchar las bienaventuranzas tal y como aparecen en Mateo, se nos hace duro
a los cristianos de los países más o menos avanzados leer el texto que nos
ofrece Lucas, el que por cierto parece que pertenecía a una clase acomodada.
Sin embargo, lejos de suavizar el mensaje de Jesús, Lucas lo presenta de manera
provocativa.
Junto a
las bienaventuranzas a los pobres, el evangelista recuerda las malaventuranzas
a los ricos: “Dichosos los pobres... los que ahora tienen hambre, los que
ahoran lloran...”. Pero “ay de ustedes los ricos... los que ahora están
saciados... los que ahoran rien...”. El evangelio no puede ser escuchado de
igual manera por todos. Mientras que para los pobres es una buena noticia que
nos invita a la esperanza, para los ricos es una amenaza que nos tiene que
llamar a la conversión. ¿Cómo escuchar este evangelio en nuestras comunidades
cristianas.
Antes que
nada, Jesús nos pone a todos ante la realidad más sangrante que hay en el
mundo, la que más le hacía sufrir a él, la que más llega al corazón de Dios, la
que está más presente ante sus ojos. Una realidad que, desde los países más
ricos, tratamos de ignorar y silenciar una y otra vez, encubriendo de mil
maneras la injusticia más cruel e inhumana de la que, en buena parte, nosotros
somos culpables.
Los
cristianos no hemos descubierto todavía toda la importancia que pueden tener
los pobres en la historia del cristianismo. Ellos nos dan más luz que nadie
para vernos en nuestra propia verdad, sacuden nuestra conciencia y nos invitan
permanentemente a la conversión. Ellos nos pueden ayudar a configurar la
Iglesia del futuro, esa Iglesia que el Papa Francisco nos preguntó al comienzo
del Sínodo, una Iglesia más evangélica. Nos pueden hacer más humanos y más
capaces de austeridad, solidaridad y generosidad.
Los
pobres entienden a Jesús. No son dichosos por su pobreza. Su miseria no es un
estado envidiable, ni el ideal. Jesús los llama dichosos porque Dios está de su
parte. Su sufrimiento no durará para siempre porque Dios les hará justicia.
Jesús es realista. Sabe muy bien que sus palabras no significan ahora mismo, el
final del hambre y de la miseria de los pobres. Pero el mundo tiene que saber
que ellos son los hijos predilectos de Dios, y esto confiere a su dignidad una
seriedad absoluta. Su vida es sagrada.
Esto es
lo que Jesús quiere dejar bien claro en un mundo injusto: los que no interesan
a nadie son los que más le interesan a Dios; los que nosotros marginamos
(acribillamos a papeles, a burocracia, a vuelva usted mañana, le falta todavía
una fotocopia...) son los que ocupan un lugar privilegiado en su corazón; los
que no tienen quien los defienda, le tienen a él como Padre. Los que vivimos
acomodados en la sociedad de la abundancia no tenemos derecho a predicar a
nadie las bienaventuranzas de Jesús. Lo que tenemos que hacer es escucharlas y
a empezar a mirar a los pobres, a los hambrientos, a los que lloran, a los que
sufren... como los mira Dios.De ahí puede nacer nuestra conversión.
Sin duda
las bienaventuranzas son una provocación. No hay cursos para ser santos, pero
sí hay un programa que nos puede poner en camino para hacer de nuestra vida un
testimonio del acontecer de Dios en nosotros: vivir el espíritu de las
bienaventuranzas. Las bienaventuranzas contienen los ingredientes que construyen
seres humanos a la manera de Jesús. Es un valor ser pobre, trabajar por la paz,
luchar por la justicia... ¿la gente te confunde con Jesús?
Hasta la
próxima
Paco Mira