Escribe Paco
Mira:
SIN DUDA
QUE JUNTOS SOMOS MÁS
El idioma de una nación es algo vivo. No es una lengua
muerta. Hay palabras y reglas sintácticas, ortográficas, etc... que se mantienen
a lo largo del tiempo, pero los cambios sociales conllevan también cambios en
el idioma. Y así, van introduciéndose palabras nuevas, mientras que otras, que
eran comunes y conocidas, van cayendo en desuso y pueden llegar a desaparecer,
ya que se refieren a actividades, utensilios o circunstancias propias de una
época determinada. Sin embargo, hay palabras que, teóricamente, deberían seguir
siendo actuales, pero cada vez son menos conocidas y utilizadas.
Hoy la Palabra de Dios nos presenta dos de estas palabras
que, lamentablemente, van cayendo en desuso: sabiduría y prudencia. Según el diccionario,
la sabiduría es el conocimiento profundo que se adquiere por el estudio o la
experiencia, y la prudencia es sensatez y buen juicio. Si unimos las dos
palabras, entendemos que los conocimientos que vamos adquiriendo debemos
aplicarlos a nuestra vida con buen juicio. Por tanto, sabiduría y prudencia no
son sólo palabras: definen dos actitudes necesarias para desenvolvernos del
mejor modo en el día a día, y que están al alcance de todos.
De ahí la llamada aque hemos escuchado en la 1º
lectura respecto a la sabiduría: «la ven con facilidad los que la aman, quienes
la buscan la encuentran, se adelanta en manifestarse a los que la desean». Esta
sabiduría a la que se refiere no se refiere a conocimientos intelectuales, ni
se adquiere solamente estudiando; es, principalmente experiencial, se va
adquiriendo a lo largo de la vida, a través de los encuentros y circunstancias
(positivas y negativas) con las que nos vamos encontrando y de eso saben mucho
nuestros mayores, sobre todo si tenemos actitud de búsqueda y voluntad de
crecimiento. Y esta sabiduría nos va a llevar a Dios, porque El es la fuente de
la sabiduría. Vivir con sabiduría nos hace ir conociendo más y mejor a Dios.
No siempre que se tiene ciencia, se tiene
sabiduría. La ciencia no es sabiduría. Muchas personas científicas no saben
vivir. Nuestros mayores y mucha gente
sencilla: obreros, labradores, madres de familia, humildes trabajadores, no han
tenido o no tienen títulos académicos, no tenían muchos conocimientos
científicos pero han sido, son, sabios en la vida, saben vivir. Humildes monjes
en la vida monacal, poetas, misioneros “perdidos” en la selva, mucha gente
sencilla tienen calma y serenidad en la vida, tienen sabiduría.
Por eso la sabiduría se complementa con la
prudencia: lo que vamos conociendo de Dios nos ha de motivar a ser sensatos y a
tener buen juicio. Por eso Jesús nos ofrece la parábola de las diez vírgenes:
cinco necias y cinco prudentes. Las circunstancias eran las mismas para todas:
«tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo». Incluso como el esposo tardaba les entró
sueño a todas y se durmieron. La diferencia es que las prudentes se llevaron
alcuzas de aceite con las lámparas.
Como en toda parábola, los
personajes y detalles están en función del mensaje que Jesús nos quiere
transmitir. Y hoy nos recuerda que Dios, el Esposo, viene a nuestro encuentro,
al de todos y cada uno. Y, en principio, todos estamos en las mismas
circunstancias, todos somos capaces de encontrarnos con Dios, pero para ello
debemos ser sabios y prudentes, debemos querer conocer a Dios y actuar en
consecuencia de ese conocimiento. Como las vírgenes prudentes, nosotros sabemos
(porque Jesús nos lo ha dicho) que Dios puede venir a nosotros en cualquier
momento, incluso “a medianoche”, y que, aunque nos parezca que tarda e incluso
nos durmamos, debemos ser prudentes y estar preparados para responderle. Si no
lo hacemos, estaremos siendo unos necios.
Celebramos este fin de semana el
día de la Iglesia Diocesana, el día de nuestra casa común en la fe. Cantaba
Cecilia (allá por los años 60), mi
querida España, esa España mía, esa España nuestra. Mi querida Iglesia, esa
Iglesia mía, esa Iglesia nuestra. Quiero, a mi Iglesia, con sus virtudes y con
sus defectos. Pero también quiero una Iglesia que no se duerma como las necias,
que esté siempre atenta, que tenga la alcuza con aceite preparado; que sepa
salir al encuentro del Señor en los hermanos más desfavorecidos; que sepa
mantener la lámpara encendida en los momentos de mayor tempestad. Quiero mi
Iglesia porque tú y yo formamos parte de ella. ¡qué fácil es criticar a nuestra
Iglesia echándonos fuera, como si no estuviéramos bautizados! Quiero una
Iglesia que se sienta orgullosa de su fe; que no reniegue ni se arrepienta de
ella;
Seguro que entre todos podemos
conseguirlo porque Juntos somos más. Una Iglesia unida – decían – jamás será
vencida. No sabemos cuando el Señor nos va a visitar, pero sí debemos y tenemos
que estar preparados
Termino con Fray Luis de León:
Qué descansada vida
La del que huye del mundanal ruido
Y sigue la escondida senda por
donde han ido
Los pocos sabios que en el mundo
han sido
Hasta
la próxima
Paco
Mira