Escribe Paco Mira:
EL REINADO DE JESÚS
Y EL BLACK FRIDAY
Uno de los significados de la
palabra reinar es que algo prevalezca sobre lo demás, y extendiéndose. Y desde
hace unos cuantos años vemos que en nuestro mundo reina cada vez más el caos.
Sería largo enumerar los acontecimientos que lo demuestran: guerras, cambio
climático, hambre, crisis económicas, sociales, políticas, migratorias o de
refugiados.. Muchos de los principios y valores que sostenían la vida de las
personas son cuestionados, ignorados o directamente rechazados. Todo esto
provoca que también en nosotros reine el miedo, el desconcierto, la
incertidumbre, parece que ya no hay nada seguro sobre lo que cimentar nuestra
vida.
Este fin de semana celebramos que Jesús de Nazaret es rey. Y
lo hacemos porque él mismo lo confirmó cuando Pilato le pregunta si es rey: «tú
lo dices, soy rey», pero a continuación remarca que «mi reino no es de
este mundo», no es un reino de Black Friday. Un reino de esos que
adquirimos con un boleto en cualquier atracción de feria de cualquiera de
nuestros pueblos. No es un reino de bajo coste. Es un reino de sangre, sudor y
lágrimas, por eso no está de rebajas.
El evangelio de este fin de semana, nos presenta casi un
examen, del que ya sabemos las preguntas, pero que no somos capaces de aprobar
o que al menos llevamos siglos intentando llevarlo a la práctica y no lo
conseguimos. Es un examen cuya pregunta básica es una: ¿Cuánto has amado en
esta vida?.
Todos los hombres y mujeres sin excepción seremos juzgados
por el mismo criterio y lo que le da un valor imperecedero a la vida no es lo
social, o el talento personal, o lo logrado en esta vida. Lo decisivo es el
amor práctico y solidario a los necesitados de ayuda. Y el amor no se compra en
un black friday o en un establecimiento oriental.
Este amor, del que tendremos que pasar examen, se traduce en
verbos que conjugamos todos los días: dar de comer, de beber, acoger al
inmigrante, vestir al desnudo, visitar enfermos o encarcelados... verbos que se
convirtieron – algunos – en lo que llamamos obras de misericordia que todos
aprendimos de memoria pero que ninguno cumplimos. Ojo estos verbos, lo mismo
pueden brotar de una persona creyente que de un agnóstico que piensa en los que
sufren. Todos ellos tienen la misma invitación: vengan benditos de mi Padre.
¿Por qué es tan decisivo ayudar a los necesitados y tan
condenable negarles la ayuda? Porque según dice el Juez, lo que se hace o se
deja de hacer a ellos se le está haciendo o dejando de hacer al mismo Dios
encarnado en Cristo Jesús. Cuando abandonamos a un necesitado, estamos
abandonando al mismo Dios.
No hay política progresista (tanto que hablamos ultimamente
de un gobierno progresista), si no es defendiendo a los más necesitados. Los
verbos antes mencionados, nos tienen que poner mirando a los que sufren. Ellos
tienen que ser el espejo en el que nos miramos todos aquellos que compartimos
la fe diaria o semanalmente. Porque en cada persona que sufre, Jesús sale al
encuentro nuestro, nos mira, nos interroga y nos suplica. Nada nos acerca más a
él que aprender a mirar detenidamente el rostro de los que sufren.
No quiero olvidarme de todos aquellos que se acercan a los
que menos tienen. No trabajan por ganar dinero, su vocación es hacer el bien
gratuitamente. Los podemos encontrar acompañando a jóvenes toxicómanos,
aliviando a ancianos solos, atendiendo a vagabundos, escuachando a gente sin
esperanza, cuidando a niños abandonados... No son seres vulgares, pues su
trabajo está movido por el amor. León Tolstoi, aquel escritor ruso, decía:« se
pueden talar árboles, frabricar ladrillos y forjar hierro sin amor. Pero es
preciso tratar con amor a los seres humanos... si no sientes afecto por los
hombres, ocúpate de lo que sea, pero no de ellos».
Al final, no se nos va a juzgar por las bellas teorías ni
grandes palabras, sino por el amor concreto a los necesitados. Grabemos en
nuestro corazón aquellas palabras que dicen ¨Vengan, benditos de mi Padre
porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber...».
Ahí está la verdad última de nuestra vida, porque al atardecer de la vida, nos
examinarán del amor.
Hasta
la próxima
Paco
Mira