Escribe Paco Mira:
HAY QUE PREPARAR LA TIERRA
Nota: Paco Mira escribe cada semana una reflexión que casi siempre
publicamos en este blog. Nos ayuda a contemplar el evangelio del domingo desde
la mirada de un padre de familia que hace bastantes años dejó su tierra gallega
para vivir en Gran Canaria.
Este sábado día 15, el
obispo lo va a ordenar de Diácono permanente.
Te felicitamos, Paco, y agradecemos mucho tu compromiso de servicio
a la Iglesia, tu amistad y que podamos tenerte en este blog cada semana. Que el
Señor te siga bendiciendo y tú, bendiciéndonos a nosotros.
El otro día,
aprovechando los días de calor, y con un paseíto por la avenida de canarias de
Vecindario, en un banco había dos personas de avanzada edad que se estaban
recreando en cómo cada uno de ellos preparaba la tierra para las plantaciones
correspondientes: hay que arar, hay que echar el guano, tengo que llamar el
tractor, las hojas tienen que salir de una manera determinada... y hablaban con
una naturalidad tan pasmosa que yo no entendía nada. Pero había algo que a los
dos le caracterizaba: pasión, entusiasmo, interés... y también coincidían en
algo: era duro y a veces no te daba la satisfacción que tú habías puesto cuando
plantabas.
Este fin de
semana, se nos habla de un sembrador. Casi siempre ponemos el acento en el que
siembra. Es verdad que no es fácil hacerlo y – como oía a las personas de edad
– lleva su trabajo. Pero tan importante es plantar como preparar o escoger la
tierra. Después la naturaleza, el riego, la dedicación, el mimo, las fechas,
etc. harán lo demás.
Salió el
sembrador a sembrar. Quiero imaginar una hora temprana para que los rigores de
la climatología no empañen el buen hacer, y sobre todo, según ellos, no había
que tener prisa. Uno de ellos recordaba el refrán que decía que las prisas eran
malas consejeras. La naturaleza se encargaría de lo demás.
A veces, en
nuestra Iglesia, tenemos prisa en que la siembra surta el efecto ya, sin
dilación, con la rapidez con la que actuamos en la vida diaria y queremos que
los grupos de la parroquia haya no sé cuántos confirmandos, que hagan la
primera comunión no sé cuántos chiquillos, que tengamos más de cuarenta
catequistas y no sé cuántos grupos en la parroquia. Si no funciona es que no
hicimos las cosas bien, hemos fallado, hay que cambiar por completo el método utilizado,
etc....
Y, sin embargo,
el método de Jesús es la paciencia. No hay prisa: siembra, abona, riega, habrá
semillas que no caigan en tierra buena, otras se la comerán los pájaros, otras
serán fuera del surco... pero habrá alguna que caerá donde tenga que hacerlo y
dará su fruto y además este será abundante.
Cuantas veces
vamos a una charla, a un retiro, a unos ejercicios espirituales... y no nos
dicen nada y al cabo del tiempo nos viene a la mente lo que habíamos escuchado
y empezamos a hacer mella en lo que habíamos meditado. Es verdad, también, lo
que nos decían los dos hombres maduros: hay que ser constantes, hay que saber
regar, hay que controlar los ciclos de la naturaleza, puesto que, si no es
época de plantar algo, por más que nos empeñemos no tenemos el fruto que nos
corresponde.
Creo que es bueno
que recemos para que la tierra siga dando su fruto. Probablemente en las
vocaciones (presbiterado, diaconado, vida consagrada, etc) es donde queremos
que más se note. Sin embargo el evangelio da infinidad de pluralidades: al
laicado comprometido, al laicado con responsabilidad dentro de la Iglesia, a la
responsabilidad de los laicos en tareas y misiones pastorales: sin duda es una
labor de abono amplia y no restrictiva.
Ojalá que nos
dejemos – como tierra – preparar para poder ser abonados por el sembrador.
Ojalá que demos los frutos que él espera de nosotros. Seguro que si hacemos
eso, el cambio climático espiritual no tendrá mucha mella en nosotros.
Hasta la próxima.
Paco Mira