Reflexión del párroco
QUEMAR LIBROS
Me llamaron al teléfono para
preguntarme: ¿ustedes en la Parroquia recogen libros? Porque si me dicen que
no, voy a quemar los que quedan en mi casa.
¿Quemar libros? ¡qué feo suena eso!
Así mismo respondí al que llamaba
-Es que ya nadie quiere libros,
contestó. Y los he ofrecido a una
biblioteca y dicen que no los recogen,
que no tienen espacio para guardarlos.
Siempre habrá una buena alternativa para
quien quiera regalar esos libros que ya no puedes o quieres tener. La última de todas sería quemarlos.
Esta semana, a pocas fechas del Día del
Libro, asistí a la presentación de “Vivencias compartidas. Recorrido por dentro”
del amigo Deogracias Montesdeoca. Un libro lleno de vida, de experiencias y
reflexiones. Más de 300 páginas. Mientras estaba allí recordaba la llamada aquella. ¿Quemar? Quemar un libro es un desprecio al
trabajo y la vocación de escribir, es borrar drásticamente las vivencias allí
contadas es un insulto a la cultura.
También la Historia está llena de
personas que, por diversos motivos, han quemado el gran Libro de La Biblia.
Pero se puede. La Biblia, los libros no se pueden quemar nunca. Se puede estar
o no de acuerdo. Puede gustar o no. Pero cuando uno abre sus páginas sabe que
está entrando en la Historia de la Humanidad, en la Historia de los pueblos
creyentes. Y eso merece respeto.
Narraciones como la de los discípulos de Emaús, tan llenas
de emotividad, no podrán nunca desaparecer.
Cuando los de Emaús se dieron cuenta de que
aquel caminante era Jesús, dijeron:
-¿No ardía nuestro corazón cuando nos
explicaba las Escrituras?
Los libros valen para que arda nuestro
corazón. No para que ardan sus páginas.
Les invito a escuchar esta canción. Y que sirva para
llenar de calorcito su corazón: Por el
camino de Emaús.