Cartas a mi pueblo

               EL DÍA ESTÁ NUBLADO


Esta mañana, al levantarme estaba el cielo nublado. Me gustan estos días. Me gusta mirar a las nubes y desear que llueva. Que nuestra tierra se empape y florezca la vida y  reverdezcan las plantas. Y me vino a la mente una canción de adviento tomada del profeta Isaías: Rorate Caeli.  Traducido es:

 “Cielos, que lluevan la justicia! ¡Ábrete, tierra! ¡Haz germinar al Salvador!”

El cielo está muy nublado en Ucrania. Porque la guerra es negra. Es el mayor signo de odio, de crueldad. Que llueva la paz.

He sabido de una familia muy cerca de nosotros donde un hombre pegó a su mujer delante de su hija de 6 años. Causa horror que cosas así sigan sucediendo. Y me ha salido de dentro un grito.

-Pero Señor, ¿por qué lo permites?

Después me di cuenta que a quien hay que increpar es a cada hombre o mujer que lo permite.

Y sé de algunos vecinos y vecinas que utilizan el insulto como arma para defender sus ideas o sus comportamientos. Incluso entre cristianos. Da mucha tristeza. Se nubla el día.

Una señora enferma a quien visité me afirmó hace poco: Hace 4 años que mi hijo no viene a verme. Y no nos hemos enfadado. Pero es que no  le importo.

 

El grito de Juan el bautista sigue resonando y cada vez con más fuerza: Conviértanse, cambien.  Convirtámonos, cambiemos.

“Que las espadas se conviertan en arados” como decía Isaías.  Que lo inútil  (enfados, odios, guerras, malas caras…) se conviertan en algo útil: colaborar, ayudar, sonreír, valorar…

Que siga habiendo en nuestro pueblo tanta gente buena que ayuda, que respeta, que comparte. Esa es la señal de que Dios anda por nuestras calles y metido en nuestros corazones. 

Que el cielo nublado empiece a clarear y que veamos la señal de que Él está entre nosotros.

Que en sus días, en nuestros días, “florezca la justicia y la paz abunde eternamente”.  Preparemos el camino.  Y que llueva agua para nuestros campos y para nuestras vidas y quienes sufren las guerras y las injusticias. Ojalá que llueva.

 

3 de  diciembre 2022 (II domingo de Adviento)