Escribe Paco Mira:

           

LA FE, ¿TAMBIÉN AL

 TRASTERO?

 


            Todos sabemos lo que es un trastero. Es aquel lugar de la casa, donde guardamos aquello que ya no nos sirve o que no utilizamos. Muchos quisieran no tener uno. Pues, aunque muchas veces no te sirva algo o no vayas a utilizarlo, siempre lo guardamos. Si no lo tuviéramos pues no lo guardaríamos. A veces guardamos “por si acaso…”, pero ese tiempo  nunca  va a llegar y nos ocupa un lugar precioso.

            Se nos está yendo una generación que, como la clase media, mantenía y mantiene viva la llama de algo que para los cristianos es fundamental y esencial: la fe. Y digo que se nos está yendo, porque las nuevas generaciones probablemente estén metiendo en el trastero de su corazón lo que otros consideramos como fundamental en la vida y además nos da VIDA a la vida.

            Las nuevas generaciones probablemente puedan tener sus razones, pero mientras vivamos los más veteranos siempre quedará el rescoldo que incluso a ellos les hace tener muchas dudas. Es un poco lo que Jesús propone en su Buena Noticia, para este fin de semana.

            Jesús no se dedicó a hablar mucho de la vida eterna. No pretende engañar a nadie haciendo descripciones fantasiosas de la vida más allá de la muerte. Sin embargo, su vida entera despierta esperanza. Vive aliviando el sufrimiento y liberando del miedo a la gente. Contagia una confianza total en Dios. Su pasión es hacer la vida más humana y dichosa para todos, tal como la quiere el Padre de todos.

Solo cuando un grupo de saduceos se le acerca con la idea de ridiculizar la fe en la resurrección, a Jesús le brota de su corazón creyente la convicción que sostiene y alienta su vida entera: Dios “no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos son vivos”.

Su fe es sencilla. Es verdad que nosotros lloramos a nuestros seres queridos porque, al morir, los hemos perdido aquí en la tierra, pero Jesús no puede ni imaginarse que a Dios se le vayan muriendo esos hijos suyos a los que tanto ama. No puede ser. Dios está compartiendo su vida con ellos porque los ha acogido en su amor insondable.

El rasgo más preocupante de nuestro tiempo es la crisis de esperanza. Hemos perdido el horizonte de un Futuro último y las pequeñas esperanzas de esta vida no terminan de consolarnos. Este vacío de esperanza está generando en bastantes la pérdida de confianza en la vida. Nada merece la pena. Es fácil entonces el nihilismo total.

Estos tiempos de desesperanza, ¿no nos están pidiendo a todos, creyentes y no creyentes, hacernos las preguntas más radicales que llevamos dentro? Ese Dios del que muchos dudan, al que bastantes han abandonado y por el que muchos siguen preguntando, ¿no será el fundamento último en el que podemos apoyar nuestra confianza radical en la vida? Al final de todos los caminos, en el fondo de todos nuestros anhelos, en el interior de nuestros interrogantes y luchas, ¿no estará Dios como Misterio último de la salvación que andamos buscando?.

La fe se nos está quedando ahí, arrinconada en algún lugar de nuestro interior, como algo poco importante, que no merece la pena cuidar ya en estos tiempos. ¿Será así? Ciertamente no es fácil creer, y es difícil no creer. Mientras tanto, el misterio último de la vida nos está pidiendo una respuesta lúcida y responsable. La fe la estamos guardando en nuestros trasteros coronarios y no es el mejor lugar para ello. Quizás, las nuevas generaciones tendrán que aprender lo bueno de lo que tenemos y que le dejamos como herencia. No es una tarea fácil en los tiempos que corremos, pero probablemente no será tan difícil como nos pensamos.

 

 

            Hasta la próxima

            Paco Mira