Escribe Paco Mira:
¿NO ESTAREMOS TODAVÍA EN LA HIGUERA?
Antes
de la pandemia – y no es que tiempos pasados fueran mejores – y a nivel
religioso, no teníamos ningún tipo de problema. Al contrario, todo era
maravilloso: los niños correteaban por nuestras iglesias, los padres asistían
con frecuencia a nuestras celebraciones, los bautizos y bodas eran
relativamente abundantes… Pero la reclusión obligatoria que nos derivó de la
pandemia o de la covid19, hizo que la fiebre religiosa que teníamos, bajara una
barbaridad: los niveles de pastoral que teníamos bajaron hasta límites que no
nos podemos creer; nuestros templos empezaron a quedarse vacíos; la
sacramentalidad ha tocado casi fondo… y por desgracia lo único que se ha
mantenido a gran nivel, incluso a aumentado, ha sido Cáritas.
Pero,
es más: nuestro Papa – cual profeta que se adelanta a los acontecimientos –
viendo cómo estaba y está la situación, convoca un sínodo en el que todos
tenemos la palabra. Ya no es la Iglesia que él (como autoridad que sirve)
quiere, sino la que todos los bautizados queremos, incluso escuchando a los que
religiosamente no son como nosotros. El Sínodo nos lo tomamos con entusiasmo,
con ilusión, con ganas, con alegría… pero parece que se está desinflando un
poco, esa ilusión parece que pierde un poco de fuelle.
Incluso
hubo dentro de nuestra querida Iglesia, quien manifestó que era – la pandemia –
una buena oportunidad para dar un carpetazo y empezar de nuevo. Tirar abajo las
viejas estructuras que hasta ahora no han servido y eso que nosotros pensábamos
que sí y hacer esa la Iglesia que el Papa Francisco propone y que en el fondo
todos queremos, haciendo más creíble el mensaje de Jesús en el siglo XXI. Un
mensaje que no estaba lo suficientemente arraigado en nuestra sociedad, un
mensaje que no hemos sido capaces de transmitir en todo su esplendor y por ello
los resultados que tenemos.
Todo
esto viene a cuento, porque el protagonista de la Palabra de Dios de este fin
de semana, se llama Zaqueo. Un hombre que está en una higuera; que pasa olímpicamente
del mensaje de Jesús de Nazaret; que no le importa que ese Jesús sea Palabra
viva, que da vida y que apuesta por la vida. Sin embargo, es significativo,
tiene curiosidad por ese Jesús. No alza mucho del suelo y por ello se sube a la
higuera. No quiere salir al encuentro de Jesús, pero es Jesús el que sale a su
encuentro, le llama y come con él.
No
sé si nosotros seguimos en la higuera. Probablemente sí. En la higuera de la
indiferencia, del pasotismo, del no dar la cara ni arriesgarse. Una higuera
hasta cómoda para muchos, porque no nos exige en exceso. Desde ella vemos bien,
vemos como los demás se desviven por otros, vemos como los demás son solidarios
con los demás, pero nosotros, desde nuestra atalaya no tenemos problemas.
Hoy
Jesús nos sigue llamando por nuestro nombre para que nos bajemos de la higuera.
Nos pide que entremos al barro del compromiso pastoral, social y sacramental.
Nos sigue llamando para ser valientes y afrontar los retos que la sociedad de este
nuevo milenio se vuelva a encontrar con él, porque quiere comer con todos y
cada uno de nosotros. Nos sigue llamando en una sociedad llena de odio, de rencor,
de violencia, y nos sigue llamando a que le invitemos a nuestra casa.
¡Que
oportunidad más maravillosa, para que en ese encuentro con él le planteemos
nuestras dudas, nuestros miedos, nuestras miserias, nuestras debilidades! Qué
bueno es que nos bajemos de nuestra higuera, de tantas y tantas higueras en las
que nos subimos y que no queremos bajarnos. Hoy, nos dice a ti y a mí que
quiere compartir su vida, su almuerzo que se parte y se reparte, con todos y
cada uno de nosotros.
Hasta
la próxima
Paco
Mira