Escribe Paco Mira:
EL QUE ESPERA, DESESPERA
Y eso
nos puede pasar cuando estamos en la sala de consulta de un médico, de nuestro
médico de cabecera: cuando tenemos la hora y vemos que va con retraso, o sin ir
con retraso, pero no sale el que está dentro, los nervios, la adrenalina… se
nos sube a picos insospechados. Pero claro cuando estamos nosotros dentro,
parece que el médico no piensa en el que está fuera, o nosotros somos los que
decimos, pues ahora me toca a mí. Pero es más: es algo natural, que el ser
humano pregunte el por qué: por qué no me atiende, por qué no sale este avión,
por qué me sucede esta situación…y es curioso que las situaciones de espera no
son por mala voluntad, sino por causas ajenas a esa propia voluntad.
Tampoco nos gusta esperar a que Dios actúe, ya sea en
temas personales como en temas sociales, eclesiales, en los grandes problemas y
retos de la humanidad… Vemos necesaria una actuación urgente de Dios, y se lo
pedimos insistentemente, hacemos oraciones, ayunos, penitencias… pero esa
actuación no se produce, y decimos como el profeta Habacuc: ¿Hasta cuándo,
Señor, pediré auxilio sin que me oigas, te gritaré: ¡Violencia!, sin que me
salves? ¿Por qué pones ante mí destrucción y violencia…?
Todos hemos hecho a Dios estas dos preguntas,
“¿Hasta cuándo?” y “¿Por qué?”, ante situaciones difíciles a las que no se ve
final ni solución, unas veces con dolor, otras veces con enfado y rabia, y no
hay que asustarse de ello: con Dios no tenemos que ser “piadosos”, con Dios
tenemos que ser sinceros, y tanto valor tiene la oración que se hace en estado
de paz interior como la que hacemos con rabia. A lo largo de toda la Biblia
encontramos personajes que han suplicado, llorado y gritado a Dios en su
oración. El ser humano, es un ser de respuestas rápidas y la verdad es que la
voluntad de Dios no es tan rápida.
Se nos olvida que los tiempos de
Dios no tienen por qué coincidir con los que nosotros creemos más adecuados.
Dios reconoce que, desde nuestro punto de vista, nos puede parecer que su
actuación lleva retraso, por eso también ha dicho: si se atrasa, espera en
ella, pues llegará… Y nos hace una llamada: el justo por su fe vivirá. La fe es
la que nos hace entrar en la dinámica de Dios y, aunque no entendamos su
proceder, aprender a esperar en “sus tiempos”, no en “nuestros tiempos”. Por
eso también es totalmente legítima la petición que los Apóstoles hicieron al
Señor: Auméntanos la fe, porque ante las angustias, tristezas y problemas que
nos amenazan necesitamos entrar en la dinámica que Dios. Y Jesús nos responde
lo mismo: Si tuvierais fe como un granito de mostaza… No es cuestión de
cantidad, sino de calidad. Y ya tenemos lo necesario para tener una fe de
“calidad”.
En la
sociedad en la que estamos viviendo, es una sociedad en la que queremos
soluciones rápidas, inmediatas, del ya porque de otra manera no funcionaría lo
que nosotros proponemos. Las amenazas, los recursos que se acaban, las colas
del hambre, las pocas soluciones a los problemas de cada día, hacen que el
hombre se plantee la rápida intervención de “la prisa” y que a veces nos hace
tomar decisiones que no son las justas y apropiadas.
El cristiano
ha de hacer válida la paciencia, la mansedumbre, la pausa en un mundo frenético,
un mundo en el que parece ser cada vez más válido el “que espera desespera” y
no: esperamos en la calma, en la tranquilidad… en lo de si tuviéramos fe como un
grano de mostaza…. ¡qué difícil, en lo fácil! nos lo plantea el propio Jesús. Solo nos pide
tener fe: cada uno en su justa medida, cada uno a su manera, cada uno de la
forma que considere mejor…. Pero la fe que nos ayuda a vivir en un mundo cada
vez más combativo y cercano de aquel que Jesús quiere para nosotros.
Esta semana
es la fecha de uno de los grandes santos de la historia: Francisco de Asís.
Solo pido que lean un poquito de él y luego apliquemos el evangelio.
Hasta la
próxima
Paco
Mira