Escribe Paco Mira:

SANTIAGO: TESTIGO Y PEREGRINO DE LA FE

 

            ¡Es un clásico del verano!. Todos los años por el verano, a pesar de la pandemia, en casi todo el país, los santos marcan el devenir de las fiestas, los lugares de ocio, el relax, las vacaciones, etc… Pero claro, no olvidemos – siempre lo he manifestado – que los santos no son los únicos que están en las peanas de nuestras iglesias, a los que siempre pedimos cosas (casi nunca le damos gracias), le encendemos una velita y esperamos respuesta. Casi nunca sabemos cómo responden, pero si nos va bien, seguro que no nos acordamos de Judas, Rita, Santiago, Marta, Lucía, etc….¡Eso sí: que no nos falten las procesiones porque entonces no hay fiesta!. Pero también: si el cura se niega a una manifestación pública religiosa, justificándola,  enseguida le mandamos una carta al Obispo de turno o publicamos una carta en el periódico, aunque nosotros personalmente no cumplamos con nuestra fe.

         Decía que los santos no son los únicos que están en las peanas. ¡Cuántos hay que caminan con nosotros, a los que conocemos, con los que compartimos anécdotas, con los que pasamos ratos de ocio, con los que vamos a la compra o a la playa…! Y también merecen un lugar privilegiado en el Reino de los Cielos y aquí en la tierra.

         Santiago, es un clásico del verano – lo decía antes -. Y es un clásico por peregrino y por testigo. Cuenta la tradición que una barca lo trajo a las costas de Galicia, en concreto al “campus stelae”, al campo de las estrellas, a Compostela. Santiago se puso en camino, peregrinó. Y es que el que conoce, ama y vive la fe se tiene que poner en camino. La fe nos hace poner en movimiento, nos hace no estar quietos, nos hace ponernos en camino y no tener una meta definida, sino que el camino es lo que nos hace ser lo que somos. ¡Mal cristiano es aquel que espera que le toquen en la puerta para iniciar su compromiso de fe!.

         Santiago, fue testigo de Jesús. Asumió, asimiló, digirió… el mensaje del maestro al que poco tiempo atrás le dijeron “enséñanos a orar”. El testigo es el que asume el mensaje y lo pone en práctica, por eso hace que se ponga en camino, que no esté quieto y ese mensaje tiene que ser anunciado a aquellos a los que consideramos poco cercanos.

         El peregrino, cuando llega a la meta - y de eso doy fe – la cara tiene una doble vertiente: por un lado, de satisfacción: los kilómetros recorridos tienen la recompensa de un esfuerzo que bien ha merecido la pena, pero por otro, lágrimas derramadas, porque la ilusión de los kilómetros recorridos parece que han tocado a su fin. En el camino nos hemos encontrado con nosotros mismos, con gente que no habla nuestro idioma, pero todos nos entendemos, con gente a la que la fe le queda demasiado lejana, con quien no cree en Dios, con los creyentes más fervorosos… pero siempre hay algo que nos impulsa a seguir adelante y a no olvidarnos de la experiencia que recordaremos toda la vida.

         ¡Qué grande Santiago! ¿qué padre, al que su hijo le pide pan, le dará una piedra?. Recuerdo hablar con un escéptico que al acabar el camino me decía, “Paco, no sé si habrá o no Dios, pero que esto me ha marcado lo tengo claro”. Esa es la fe. No es llevar una etiqueta en la frente dando razón de lo que creemos. No es llevar una credencial diciendo que Jesús de Nazaret merece la pena, es ponerse en camino, ser peregrino de la vida y que nuestro ejemplo sea el que convenza a los demás de que el proyecto de Jesús merece la pena.

         Claro, esto no es fácil. Santiago murió martirizado. Seguro que sus restos no son los que están en la catedral de Santiago, pero su estela es la que invita a que muchos recorran su propio camino.

         Invito a que acudamos a Tunte, a Gáldar. No hay restos, pero hay fe. Y esa fe es la que nos tiene que llevar a decir Padre Nuestro que estás en el cielo, a ser uno con nuestro Padre.

         Este año, el Papa nos hizo el favor de hacer un año en dos. No perdamos la oportunidad de ponernos delante de Santiago, de preguntarle cómo lo hizo, que nos sirva de bastón en el camino de la vida, que nos ayude a ser peregrinos y testigos de un gran mensaje que llamamos evangelio y sobre todo testigos de Jesús de Nazaret.

         Por cierto, no me olvido de los abuelos, pero lo dejo para otro día.

        

         Hasta la próxima

         Feliz verano

         Paco Mira