Escribe Paco Mira:
¿LOS ABUELOS? SÍ, GRACIAS. SIEMPRE
Me
han oído y leído en más de una ocasión, que para atrás ni para coger impulso. Y
es verdad, porque quien pone la mano en el arado y mira atrás… Sin embargo,
hoy me gustaría hacer una excepción. Porque llegados a este punto del verano,
donde las temperaturas son asfixiantes, donde las playas no están como otros
años atascadas de gente, me gustaría – digo – pararme, mirar hacia atrás en el
libro de la vida y ¿qué veo?, a mis abuelos, los cuatro, quizás con unos he
tenido más “tecla”, que, con otros, a unos los he tratado más que a otros, pero
GRACIAS a ellos, estamos aquí, nos guste o no.
Por
ello este fin de semana, les quiero recordar. Quiero recordar no solo a los míos,
a todos. Los abuelos son esos seres que ponen cordura en una casa ante unos
hijos que se comen el mundo, que se creen los mejores, que parecen que son los únicos,
que no hay nadie mejor que ellos.
Quiero
recordar a esos abuelos que, ante las dificultades, siempre ponen un granito de
sosiego, de tranquilidad, de lágrimas que probablemente se derramen, pero nunca
a la vista de nadie, para no “echar más leña al fuego”.
Quiero
recordar a los abuelos que, sin hablar, saben lo que les pasa a los hijos: por
la cara, por el talante, por los gestos, por las expresiones… son el lenguaje
no verbal de quien la experiencia de la vida les ha enseñado el camino.
Quiero
recordar a esos abuelos que, probablemente no han ido a la escuela. No porque
no quisieran, quizás porque las necesidades de sus hogares no hicieron posible
el ir a un centro escolar y sin embargo su sabiduría de la universidad de la
vida es única. No hacen falta muchas licenciaturas, para dar lecciones a los
hijos de que la vida es única e irrepetible y por ello hay que respetarla.
Quiero
recordar a esos abuelos que soportan las enfermedades como jabatos y como
campeones. Que simplemente cuando se hacen una analítica ni dicen ni mu. Los
que soportan las inclemencias médicas de la edad con una tranquilidad pasmosa,
mientras los demás tienen los nervios a flor de piel.
Quiero
recordar a los abuelos que malcrían a sus nietos. Los hijos tienen la diana en ellos:
“no le dejes…; no le des….; no se te ocurra….” Y ellos desobedeciendo la
ley de sus hijos, cumplen los caprichos de sus nietos. Benditos abuelos que malcrían
a sus hijos. En el fondo es una manera de educarlos en lo cotidiano de la
sencillez y a algo que todos estamos deseando.
Quiero
recordar a los abuelos que han sido y son la clase media de este país. Los que
han sabido sacrificarse para ahorrar “un duro” y que gracias a ellos y a ese duro,
han podido sacar adelante a sus hijos y a sus nietos. Y no solamente a los
hijos y nietos, a los acompañantes de los hijos y nietos.
Pero
también quiero pedir el respeto para los abuelos: ¡cuantos hijos no tratan con
el amor que se debe y corresponde a sus abuelos!. ¡Cuántos hijos creen que los
abuelos tienen la obligación de hacer todo lo que hacen!. Me gustaría que se
respetara el tiempo de descanso, de necesidad de estar solos, de disfrutar de
sus amigos jugando al dominó o a las cartas, de disfrutar de la jubilación. A
los nietos no los parieron los abuelos, y hay veces que da la impresión que sí.
Es
curioso como este fin de semana, el evangelio nos va a decir que no sirve de
nada acumular más riquezas de las que uno puede tener. No sabemos ni el día ni
la hora, y de aquí no nos vamos a llevar nada y de eso saben mucho nuestros
abuelos. Saben vivir con lo justo y necesario, saben vivir con aquello que es básico
y si tienen que repetirlo no hay problema ninguno.
Amigos,
estoy con los abuelos. Estoy con los que ya lo son, con los que quieren serlo y
con aquellos que lo serán y que creen que les queda mucho tiempo, pero el
tiempo es lo que más deprisa pasa.
Lo
dicho: “de qué nos sirve atesorar lo que no nos vamos a llevar”. De eso
sabía mucho, Ignacio de Loyola
Hasta
la próxima
Feliz
verano
Paco
Mira