Escribe Paco Mira:
PARA SEMBRAR, HAY QUE TENER
Seguro que muchos de
nosotros nos conocemos de memoria infinidad de pasajes de la Biblia,
especialmente del nuevo testamento. Es más, en alguna ocasión nos han servido
de coletilla para argumentar ciertos comentarios e incluso como frases hechas
que en un momento determinado nos sacan del apuro en alguna conversación. Uno
de esos pasajes es precisamente el evangelio de este fin de semana: la parábola
del sembrador. Creo que es de las más conocidas y la hemos utilizado en más de
una ocasión.
En esta parábola casi siempre nos
fijamos y la explicamos en función de donde cae la semilla y sobre todo, en esa
caída, quienes pueden ser los destinatarios de las mismas, para incluso hacer
una clasificación de las personas en nuestras comunidades, en nuestras
parroquias, en nuestras Diócesis, etc...
No hace mucho, en la parroquia, echando
una mano a colocar a la gente con las medidas de seguridad en los bancos antes
de comenzar una eucaristía, alguien me preguntaba que para qué quería organizar
a la gente, si en la calle cada uno hacía lo que le daba la gana. Me quedé
pensando y es verdad que nos podemos dejar llevar por lo que otros no hacen -
es lo más fácil -, pero no por lo que nosotros podemos hacer.
Es lo que le pasa a la parábola de este
fin de semana. Nos podemos preguntar ¿para qué sembrar, si lo que cae en tierra
buena es muy poco?. ¿Para qué sembrar si cuando parece que la cosa va bien,
viene el sol abrasador y lo quema todo y nuestro esfuerzo queda en algo
baldío?, ¿por qué tanto esfuerzo y tanto trabajo?.
. Conozco gente que tiene alguna tierra
en la que planta cositas a lo largo del año. Saben a al perfección cuando es la
época de cada cosa, y claro cuando va a llegar esa fecha, se preparan
concienzudamente: aran la tierra, le echan el abono correspondiente, riegan en
su justa medida, buscan que la mala hierba no estropee el mimo con el que hemos
puesto a punto la tierra, etc..
Yo me pregunto si en nuestras
comunidades es más fácil "predicar" la palabra o dar testimonio de la
palabra. A veces tranquilizamos nuestras conciencias diciendo cuatro cosas -
que no discuto que no estén bien dichas - pero nuestro ejemplo de vida deja
mucho que desear. En el evangelio de este fin de semana, Jesús dice que se sube
a la barca, se prepara, piensa lo que dice, asume con todas las consecuencias
lo que le puede acarrear lo que dice... Yo no tengo claro que nosotros nos
preparemos para anunciar aquello que decimos que creemos y por eso nos
preguntamos de qué sirve sembrar si total.... sencillamente es que no estamos
en la onda correspondiente.
A veces nos quejamos injustamente, de
que la gente no responde y tendríamos que mirarnos en el espejo del testimonio
para darnos cuenta si cuando queremos sembrar, llevamos en la talega de nuestro
corazón el material necesario para que mayoritariamente caiga en tierra buena,
aún sabiendo que una parte no va a caer en donde quisiéramos. Dice la parábola
que salió el sembrador a sembrar.
Salir, ese es el verbo. Lo decía el Papa Francisco, una Iglesia en salida.
Dejemos la comodidad y el evangelio necesita pateo, necesita recorrer terrenos
que no siempre son fértiles, pero hay que recorrerlos. Seguro que vamos al
gimnasio, caminamos todas las tardes o las mañanas... porque los médicos nos
dicen que es bueno para la salud (1 hora al día...), pero eso de salir con el
evangelio, como que ¿no?.
Dentro de poco vendrá un nuevo Pastor a
sembrar en nuestra Diócesis. Ayudémosle en esa tarea y no seamos de los que a
propósito no limpiamos los campos para que la semilla no germine. Ya hablaremos
de él, pero por el momento bienvenido a esta su casa.
Hasta la próxima
Paco Mira