Escribe Paco Mira
LOS CINCUENTA Y NUEVE OLVIDADOS
Seguro que son muchos más.
Me gustaría escribir estas líneas la semana pasada, pero ya tenía escrito lo
que se publicó, pero creo que tenía una deuda personal con "esos cincuenta
y nueve". Parece el título de una película y seguro que con el tiempo lo
será por desgracia.
Alguien, hace ya tiempo, me dijo que la vida era un proceso. La vida se
va haciendo y vamos escribiendo en el libro de nuestra historia: con borrones,
tachones, faltas de ortografía, corregimos, volvemos a escribir, nos ayudan...
pero cada uno de nosotros, todos, dejamos huella en ese maravilloso libro.
Algunas huellas son muy "sonoras", son reconocidas por medios de
comunicación y personalidades. Otras huellas no son reconocidas por nadie o casi
nadie, pero también dejan su impronta, incluso más significativamente que las
otras.
Cuando los medios de comunicación
dijeron que en "Madrid habían sido
enterrados cincuenta y nueve ancianos víctimas del covid 19 y que no fueron
reclamados por nadie y que le costó a la comunidad cerca de 150.000€",
la verdad es que se me pusieron los pelos de punta. Cincuenta y nueve ancianos
que da la impresión que no escribieron nada en el libro de su vida, que no
dejaron huella y por ello están olvidados. Me niego a querer creer que eso sea
así de cierto.
Ahora que llega el verano y en alguna
ocasión hemos leído, "abuelo
olvidado en la cafetería de una gasolinera", quiero empezar a creer
que ya no estamos hablando de algo irreal, sino de la vida misma. Es triste,
muy triste, que la edad es la que tenga que marcar, en la vida humana, el
rincón que te corresponde, casi sin valor ninguno, mientras - por ejemplo - que
los vinos la edad les marca un lugar privilegiado.
¡ Qué tristeza más absoluta que nadie
reclame un cadáver!. No quiero creer que esas cincuenta y nueve personas no
tengan a nadie: hijos, nietos, primos, hermanos, vecinos, cuñados,
sobrinos..... Me resisto a creer que a uno nadie le eche en falta. Ahora
comprendo al que se le olvida al abuelo en una gasolinera. Muchos de esos
olvidadizos, seguro que se confiesan cristianos de toda la vida.
Pablo nos pregunta este fin de semana que ¿Quién nos separará del amor de Dios?. A esa larga lista yo añadiría la falta de amor por los familiares, el olvido del beso, el no compartir un silencio con ellos, el no tener la paciencia cuando nos repiten veinte millones de veces lo mismo, el no tener una sonrisa adecuada en el momento oportuno, etc...
Seguro que muchos de ellos se han
acordado del Padre en momentos tristes de soledad, de enfermedad, de angustia,
de querer compartir con alguien sus momentos tristes y quizás los últimos.... y
a todos ellos, Jesús les ha respondido: "te
lo aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
La triste realidad que a veces nos
ofrece esta maravillosa vida es un punto en el que nos tiene que hacer pensar
muchísimas cosas. Replantearnos el lugar en el que nosotros nos posicionamos.
La semana pasada fue el día de los abuelos, fue el día en que los nietos
reconocen a quien les mima, les malcrían, les cumplen los caprichos.... es la
ley de la vida que tiene que ser recíproca. Ojala que en el día de mañana los
nietos, los hijos... se rifen a los abuelos - con achaques o sin ellos - , a
los padres... para compartir lo que se va agotando y no tengan que acabar - si
puede ser evitable - en una residencia donde lo único que hacen es una visita
cada vez más espaciada y al final nadie, nadie, los reclama. Solo se quedan con
el amor de Dios que no pasa nunca y que como dice el evangelio de este fin de
semana, tenemos hambre del Dios que no te abandona.
Hasta la próxima
Paco Mira