Escribe Paco Mira:
PERO, ¿NO ME CONOCES?
Cuando llegan los carnavales, y uno se pone algo encima con la
finalidad de divertirse, de que no lo conozcan, de disimular para ser
diferente...siempre pregunta, pero, ¿no
me conoces? Si quien se disfraza lo hace con gusto seguro que el otro
interlocutor responderá pues no. Incluso hay veces que a quien le preguntamos
es alguien muy cercano: padre, madre ... alguien con quien habitualmente
convivimos y nos rozamos. Pero la respuesta es clara: pues no te conozco.
Estos días, que estamos viviendo
situaciones complicadas, en los programas de radio o de televisión, la pregunta
suele ser siempre la misma: Cuando esto
termine, ¿qué vamos hacer?. Las respuestas siempre son de lo más
variopintas: recuperar el ritmo perdido de la vida normal, ir a visitar a mi
madre o a mi padre que llevo tiempo que no los veo... Lógicamente la
preocupación por el trabajo o la situación económica entra también dentro de
los parámetros que preocupan. Incluso hay gente que vive todavía con una gran
duda sobre el futuro, entre otras cosas porque esta situación le pilló con el
paso cambiado y no sabe lo que va a ocurrir ni cuales van a ser sus prioridades
a partir de la "normalización".
Cuento esto, porque creo que a nivel de
fe, nos puede pasar como aquella pareja que iba camino de la aldea: ¿quién iba
a pensar que nos íbamos a quedar sin semana santa presencial, por ejemplo ?.
Muchos cristianos han (¿hemos?) tenido que hacer una recomposición mental para
adaptarnos a la nueva situación: las nuevas tecnologías nos han permitido ver y
participar del servicio, sacrifico y resurrección en la distancia.
Para la gente que iba camino de Emaús,
que aquel hombre en el que habían confiado, lo hubieran matado, supuso un antes
y un después, supuso una ruptura que nadie se esperaba, supuso que todos los
esquemas mentales y personales que se habían creado, se cayeran por tierra.
Pero triste es también que aquel hombre preguntara que qué es lo que había
pasado para que todo el mundo estuviera triste. Pues debes de ser tú el único que no sabe lo que ha pasado. Dice el
texto, que lo reconocieron donde tenían que hacerlo, en la fracción del pan.
Me viene a la mente que ese Pan que se
parte y se reparte, es el pan que se está repartiendo y partiendo en infinidad
de lugares donde el altruismo es patente y donde sobre todo el convencimiento
de tener que dar lo mejor de cada uno en favor de los demás es lo que tiene que
prevalecer. Nuestro mundo, por culpa de lo más mínimo, como ha sido un virus,
ha provocado un antes y un después en nuestras vidas.
La grandeza de un tal Jesús de Nazaret
es la de provocar un antes y un después en nuestras vidas. Unas vidas que
tienen que estar marcadas por esa fe que se tiene que compartir, por coger
fuerzas gracias a un Pan que se parte y se reparte. Comenzaba estas letras
diciendo, pero, ¿no me conoces?. Me
quiero acordar de aquellos que a través de su móvil personal hacen posible que
muchas familias se encuentren en un hospital a través de la distancia; ¿no me
conoces? y me acuerdo de aquellos que se están contagiando pero quieren seguir
en la brecha porque la vida de otros es más importante que la propia, donación
y entrega total.
¡Que pena que no conozcamos o no
queramos conocer al Jesús del siglo XXI. Es un Jesús que camina con nosotros,
que baja a la aldea, que viene al Emaús de nuestras vidas, que está en los
avatares diarios y que a veces no son los mejores.
Ojalá que podamos decirle siempre:
quédate con nosotros, porque la tarde va declinando, pero quédate para siempre.
Hasta la próxima
Paco Mira