LA MISA DE ESTE DOMINGO EN INGENIO
Cada día, como todos los sacerdotes, celebro
la misa, aunque sea sin nadie más.
Este domingo intenté que alguien la grabara y poder compartirla con
ustedes. No fue posible. Pero quiero ofrecerles
mi homilía y los textos de la
misa de hoy. Unidos desde nuestras
casas.
HOMILÍA:
Buenas tardes
¡¡Cuánta gente hay hoy en la iglesia!!
Lo digo en serio.
Aunque es cierto que los bancos están
vacíos, yo estoy viendo esta iglesia de Nuestra Señora de Candelaria más llena
que nunca. Porque aquí los siento a todos. A los que se sientan aquí en estos
primeros bancos, con nombres y apellidos. Y a los últimos de atrás y a los que
se ponen junto a las columnas y a los pasillos. Y a los que colaboran en la
liturgia.
Estoy viendo y sintiendo
aquí a los feligreses y feligresas de la Parroquia del Santo Cristo. A los
niños y jóvenes de mi derecha, a los catequistas. Y a los de la misa del Sequero. Y los de La
Pasadilla.
También los que no vienen habitualmente, aquí están. Y
están los enfermos de nuestros queridos hospitales, y sus médicos, enfermeras,
personal de limpieza,… Y los de las Residencias de Mayores. La de Ingenio, aquí
cerquita. Y la de Agüimes y la del Cruce de Arinaga.
Y todos ustedes que a lo
mejor hoy me están leyendo desde sus
casas. Aquí les tengo cerquita porque esta es la misa en la que Jesús nos
quiere a todos. Porque a todos nos quiere y para todos es su Palabra.
Una buena persona me dijo
ayer que esto que estamos pasando con el coronavirus es un castigo de Dios. ¡Le
dije que no, que estaba equivocado!. Dios no castiga nunca.
Y miren por donde, en el
evangelio de hoy, 22 de marzo cuarto domingo de cuaresma de 2020, es Jesús
mismo el que nos lo dice. Los males nuestros y del mundo no tienen nada que ver
con castigos divinos. Los que castigamos
y nos castigamos somos nosotros. Dios mira de forma diferente. Cuando Jesús lo
ve, aunque fuera un pecador, él quiere curarlo. Dios nos quiere ayudar. Tenemos
que dejarnos ayudar. Por eso Jesús al ciego le pide que ponga algo de su parte:
Que vaya al sacerdote, que se lave …
Nosotros tenemos que poner
de nuestra parte. No está bien pedir milagros si no ponemos nuestra parte. Y
aquel hombre ciego, seguro que no era ningún angelito, seguro que con una vida
nada ejemplar, cuando se encuentra con Jesús, su vida cambia. No sólo recobra
la vista. Recobra la dignidad perdida y recobra la fe. A pesar de cómo somos
cada uno de nosotros, con pecados e infidelidades, Jesús no viene a condenarnos
ni castigarnos. Viene a traernos su perdón, su amor y su paz.
Los que nunca vienen a la
iglesia, los que se sienten mal por la vida que llevan, no teman. Que nadie se
sienta rechazado. Nadie. Y esta iglesia, está comunidad tenemos que aprender a
acoger a todo el mundo. Si Dios no castiga mi rechaza, nosotros mucho menos.
Seguro que cuando acogenos y cuando somos acogidos nuestra vida cambia.
El contacto con la gente
buena marca. A pesar de que estamos aislados, estamos disfrutando de otros
regalos de la vida. Estamos conociendo muchos gestos de acogida, de
solidaridad, de amor. También en nuestra parroquia. Gracias, Señor.
Hoy el salmo nos lo
recuerda: No tengan miedo porque El Señor es mi pastor, nada me falta.
Lecturas del Domingo 4º de Cuaresma - Ciclo A
Hoy, domingo, 22 de
marzo de 2020
Primera
lectura
Lectura del primer libro de Samuel (16,1b.6-7.10-13a):
En aquellos días, el Señor dijo a Samuel: «Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey.»
Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: «Seguro, el Señor tiene delante a su ungido.»
Pero el Señor le dijo: «No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.»
Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: «Tampoco a éstos los ha elegido el Señor.»
Luego preguntó a Jesé: «¿Se acabaron los muchachos?»
Jesé respondió: «Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas.»
Samuel dijo: «Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue.»
Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo.
Entonces el Señor dijo a Samuel: «Anda, úngelo, porque es éste.»
Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.
Palabra de Dios
En aquellos días, el Señor dijo a Samuel: «Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey.»
Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: «Seguro, el Señor tiene delante a su ungido.»
Pero el Señor le dijo: «No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.»
Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: «Tampoco a éstos los ha elegido el Señor.»
Luego preguntó a Jesé: «¿Se acabaron los muchachos?»
Jesé respondió: «Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas.»
Samuel dijo: «Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue.»
Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo.
Entonces el Señor dijo a Samuel: «Anda, úngelo, porque es éste.»
Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 22,1-3a.3b-4.5.6
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
Segunda
lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (5,8-14):
En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz –toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz–, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.»
Palabra de Dios
En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz –toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz–, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.»
Palabra de Dios
Evangelio del
domingo
Lectura del santo evangelio según san Juan (9,1.6-9.13-17.34-38):
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
Palabra del Señor
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
Palabra del Señor