Escribe Paco Mira:
LA VETERANÍA ES UN GRADO

Es curioso como también en esta
maravillosa sociedad en la que vivimos, se nota un cierto desprecio más o menos
encubierto - cada uno que mire a su propio ombligo, a sus familiares más
cercanos - hacia los ancianos, hacia lo viejo en general. Es como si la
juventud y solo ella son los más deseables y son los que tienen que solucionar
los problemas que han heredado de "los viejos", a los que hay que
apartar porque estorban. Como dice el Papa que "lo que prevalece es la
cultura del descarte" y aquí yo incluyo a nuestros mayores. En nuestras
casas no tienen mucho hueco, la salida con ellos nos resulta tortuosa y... no
digamos nada si padecen algún tipo de enfermedad o atención que hay que tener
con ellos.
Por qué cuento esto. Lo hago porque
este domingo es la presentación del Señor. Y da la casualidad que los
protagonistas del evangelio son dos ancianos (aquellos que nosotros, a veces,
rechazamos): Simeón y Ana, que son los únicos que son capaces de reconocer al
Mesías cuando es presentado por sus padres. Yo me imagino en aquella
celebración acompañada de fiesta a multitud de gente y de gente joven, pero
ninguno, solamente los ancianos, fueron capaces de ver en un niño a la Luz que
alumbra.

Me gustaría en tiempos de crisis
económica que la sociedad y nuestro gobierno en particular, tenga presente a
tantos que no son jóvenes pero que teniendo una cierta edad, todavía pueden
encontrar un puesto de trabajo y son útiles para ello; me gustaría que en esta
maravillosa Iglesia a la que pertenezco no descartemos a la gente por la edad y
a donde asisten según su convicción y solamente nos dejamos llevar por los
criterios que exaltan una juventud que no siempre es garantía del deber
cumplido.
No nos olvidemos que los ancianos son
la memoria de los pueblos y como tal memoria son fundamentales para el camino
de los jóvenes (en ello nos dan lecciones muchos de los animales). Los abuelos,
los ancianos son capaces de de ver y reconocer al niño porque su alma pobre,
desprovista de todo aquello que les distrae y sumerge en la superficialidad que
a veces caen los jóvenes, está dispuesta y abierta al Dios que sorprende y
trastoca nuestros criterios. Por ello la veteranía es un grado.
Pidamos a nuestra Madre María, como
señora de la Luz y de la Candelaria que nos ayude en esta tarea.
Hasta la próxima
Paco Mira