Escribe Paco Mira
¿POR QUÉ NOS MANIFESTAMOS?

            Cuando se producen manifestaciones, como las que últimamente se están produciendo en algún lugar de nuestra geografía española, incluso cuando alguien protesta por la representación en forma de fotografía de quien es nuestro "jefe", puede ser hasta común que se quemen fotos de nuestro rey o incluso una especie de espantapájaros que se han hecho con afán burlesco. Puede ser legítimo estar a favor o en contra de un determinado gobierno, pero me da la impresión que dada la desinformación que abunda en nuestra sociedad, sin preguntáramos a quienes se manifiestan por qué están en contra de este gobierno o de la monarquía, en la mayoría de los casos no se sabría dar una respuesta adecuada y razonada. Se suele partir de una visión estereotipada y negativa de la misma, y como se han asumido sin reflexionar todos los prejuicios y tópicos, se rechaza de plano sin analizar ni profundizar en el sentido y la función que tiene, por ejemplo, la monarquía parlamentaria dentro del marco de la Constitución.
         Y digo esto porque este fin de semana celebramos la solemnidad de Cristo Rey. Claro muchos lo han identificado con ciertos movimientos nada democráticos del pasado; con ciertas apreciaciones de solemnidad nada cercanas al pueblo y que nos vuelven a retrotraer al pasado. Nos llevan a la imagen de una iglesia poco cercana a los pobres y humildes y más en sintonía con gente que no entiende que en el evangelio se dice "bienaventurados los pobres".
         Pero nuestro monarca tiene también su día en el calendario. Un monarca que quizás no difiera mucho de los actuales, o al menos de alguno que conocemos: no es asumido por todo el mundo, incluso alguno se plantea si su figura en los tiempos que corremos dice o nos dice algo y por ello hay que mantenerlo. Alguno plantea que la figura del rey es una figura del pasado y por ello no tiene sentido, ha quedado obsoleta.
         Pero casualidades de la vida, su reino, que él mismo decía que no era de este mundo, se ha convertido en un pueblo de reyes, en una asamblea santa… que tiene como misión que su reinado no se apague, no se acabe… aunque tampoco sea comprendida y entendida. Un pueblo, el de reyes, que será perseguido, calumniado, vilipendiado a lo largo de los siglos. Sin embargo el Jefe, el Rey… nos dirá que no nos preocupemos porque estaremos con él, desde ya en el paraíso.
         En un mundo como el de hoy, donde las palabras ya cansan y se las lleva el viento; donde las promesas sin hechos son como hojas a las que el río se lleva sin resistencia, quizás es la hora de preguntarnos cuál es nuestro papel en este maravilloso reinado, donde la fe tiene que empezar a sentirse de una vez por todas sin necesidad que nadie nos lo recuerde.
        
         Se acaba el año litúrgico y ¿van….? Unos cuantos. No sé si es ahora cuando tenemos, los cristianos, que tomar las uvas. No sé si es ahora cuando tenemos que pedir los deseos, lo que sí tengo claro que es la hora de despertar ya, que se nos tiene que notar que somos pueblo de Dios, que tenemos que bendecir a nuestro Dios, que Dios sigue siendo ese Dios que se ha encarnado en el Jesús de Nazaret que tocamos en el hermano que sufre, por eso su reino no es de este mundo.
         Amigos, acabamos el año de la fe, pero comencemos a tener fe que se nos note en la cara. Quizás se nos acabó la euforia con la que lo hemos comenzado y nos podemos preguntar, como el título de estas letras, ¿y ahora qué?. Pues ahora será dar razón de nuestra fe, de nuestra esperanza. Seamos reyes de un pueblo, que aunque no sea de este mundo, toca la tierra y las realidades de la misma. A Dios rogando, pero con el mazo dando. Tenemos pues que manifestarnos.

         Hasta la próxima
         Paco Mira