Diario de un cura:
EXPOSICIÓN DE FOTOS. ¿VALE LA PENA?
He pasado varias veces a
ver las fotos de los curas que han sido expuestas en la parroquia de La Candelaria.
Las primeras veces fui para descubrir los rostros de los que me antecedieron en
la tarea parroquial en Ingenio. En otros momentos fui sólo por escuchar los
comentarios de las personas que por allí iban pasando.
Y en algún momento pensé
que fue un atrevimiento exponer las caras de 17 curas que han sido referentes
de este pueblo y estas parroquias en los últimos 100 años. Algunos de los sacerdotes de la exposición pasaron tan ligeros como el cometa Halley.
Otros, en cambio, estuvieron más de
treinta años. Pero todos dejaron alguna
huella, positiva o negativa, que ahora comenta la mayoría de los que van
pasando delante de las fotos.
Lo pude comprobar. Entre
los visitantes hay comentarios de todo tipo y surgen anécdotas y recuerdos de buena
parte de ellos.
-Este era muy bueno,
comenta una chica señalando la foto. A mí me gustaba mucho escucharlo. Predicaba
muy bien.
Y un señor dice con rotundidad:
-Este, el cieguito, era un santo, seguro. ¡Qué humilde y bueno
era!
Un
hombre, muy relacionado con la parroquia
afirma:
-Este, el del bonete, uff!
Me llevé muchos coscorrones de él. Todavía me duele la cabeza.
- Para mí el del
alzacuello, comenta una joven, ha sido uno de los mejores curas de Ingenio, si
no el mejor.
Otras
personas aprovechan para recordar en voz alta algunas obras o actitudes que
recuerdan: Fundó la Adoración Nocturna o los carismáticos o los
Neocatecumenales o las Hijas de María… Con él se compró el trono de la Virgen,
o se terminó la torre, este destacó por su carácter fuerte, o por su amabilidad
o porque cantaba muy bien.
¡Cuánto
dan de sí 17 fotografías que nos trasladan desde cien años atrás hasta ahora!
Cada cura tiene una
historia, la que se ve, la que se muestra en público, la que se recuerda. Pero en
cada foto podemos vislumbrar otras
historias que cada sacerdote vivió: Momentos de soledad o incomprensiones;
situaciones familiares y personales que no trascendieron. Conflictos con el
obispo, con compañeros o con feligreses; proyectos que no pudieron llevarse a
cabo, fracasos, desilusiones.
Hoy,
con la iglesia ya cerrada, he vuelto a fijarme detenidamente en cada uno de los rostros. La mayoría ya no vive. De alguno ya nadie recuerda nada. Ni su
nombre. Y le he dado gracias a Dios por todos ellos, por cada uno. Por lo que
trabajaron, por lo que soñaron, por la Palabra que predicaron, por el ejemplo
que dieron, por lo que ayudaron, por lo que perdonaron, por lo que quisieron al
pueblo, por lo que acogieron, por lo que animaron…
Pero,
¿de verdad, me seguí preguntando, vale la pena exponer las fotos de los curas?
Inma me dio la respuesta
hoy mismo, después de la misa del Sequero:
“-Claro
que vale la pena recordar a aquellas personas que han hecho historia en nuestra
parroquia. En mi caso, me ha dado oportunidad de saber de algunos que no tuve el placer de conocer. A mucha
gente seguro que les vendrá a la mente muchas experiencias vividas”.
Pues
ahí seguirán expuestas esas fotos. Porque igual que nos hace pensar en la vida de los párrocos
del pueblo, esas vidas y esas fotos están enlazadas con las de nuestras familias
porque todos hemos compartido momentos importantes, alegres o tristes, en los
que el sacerdote de turno estaba presente.
Sí, Vale la pena. Creo que
sí.