Escribe Paco Mira:
EN LA "EMPRESA" DE DIOS,
NO HAY PARO
Cuando a los alumnos en clase, en una etapa próxima a la
finalización de los estudios básicos, se les pregunta cuál es el futuro más
próximo, muchos de ellos se encojen de hombros y dicen que no saben. Otros sí
saben, que seguir estudiando como que no, y lo de trabajar pues como que
tampoco. Entonces, ¿qué?, la respuesta es que no saben pero que tampoco les
quita el sueño. Claro, tiempos pasados nunca fueron mejores y las comparaciones
son odiosas, pero da la casualidad que en mi época, con la edad de ellos, uno
quería cumplir años, porque ello suponía el tener objetivos que nos marcábamos
cumplidos. Los de hoy, ¿se marcan objetivos?.
El evangelio de esta semana nos
traslada a una empresa (Lc 16). Una empresa en la que parece que se premia al
más injusto, y al honrado es al que se le deja fuera de los aplausos. Creo que
si esta parábola fuese escrita en pleno siglo XXI; si esta parábola fuese
escrita en ciertos ámbitos corruptos de nuestra política española; si esta parábola
fuese escrita en algunos ambientes familiares, eclesiales, escolares.... pues
más realidad y vigencia no podría ser.
Pero lejos de la realidad. En la
empresa de Dios, - en la que por cierto no hay paro - , lo que prima es
precisamente lo cotidiano, lo pequeño, los pequeños detalles y estos traducidos
en confianza. La confianza suele tener rostro, cara... de personas que trabajan
en nuestras comunidades y son las que normalmente levantan y llevan el peso de
las mismas.
Es precisamente lo cotidiano, lo
normal... los pequeños detalles los que marcan ese día a día, salpicado de vez
en cuando con algún acto extraordinario que es el que le da cierto realce a lo
que hacemos. Y es precisamente esos pequeños detalles, eso que decimos que es
insignificante, lo que es valioso para Dios, por eso el que es de fiar en lo menudo, es también de fiar para Dios. El
que no es honrado en lo menudo, tampoco es honrado en lo importante.
Claro, a veces nos damos codazos en
nuestras comunidades para destacar porque "si
no hago yo esto, no lo hace nadie", como si en esa empresa de Dios,
los títulos son los que marcan el día a día de la vida de una comunidad. El
administrador de la parábola no premia el dinero injusto, aunque lo parezca. El
administrador de la parábola premia a quien no está apegado al dinero, por ello
no se puede servir a Dios y al dinero al mismo tiempo.
Avanzando un poco más, diría que en
nuestras comunidades hay que dejar a un lado el protagonismo, los primeros
lugares, los imprescindibles, los que sin ellos no hacemos nada, los que
abandonan a sus seres queridos porque le van a echar en falta en la parroquia, no podemos servir a Dios y al dinero al
mismo tiempo.
En la empresa de Dios,
brillan los que no se hacen notar; brillan los que desinteresadamente hacen las
cosas por amor y por servicio; brillan aquellos que sin dejar su vida personal,
tienen tiempo para dedicar unos minutos a compartir con otros y con aquellos
que menos tienen precisamente su tiempo; brillan todos aquellos que no se
cuelgan medallas y esperan que los feliciten
por lo que hicieron. Está claro que no podemos servir a dos amos.
Me gusta esta empresa donde no me
reconocen por lo que hago, pero me quieren como soy y por lo que soy. Me gusta
esta empresa donde comparto infinidad de valores de los que aprendo aunque no
sea el administrador de los mismos.
Hasta la próxima
Paco Mira