UN JUEVES PARA LAVAR LOS PIES
Hoy, jueves santo, en cada iglesia, se repite el gesto que hizo Jesús:
lavar los pies a los demás. En los tiempos de Jesús, cuando un
invitado entraba a una casa, se le acogía facilitándole el lavarse los pies.
Era lo lógico ya que las personas solían caminar descalzos o con sandalias para
por aquellos caminos secos y polvorientos. La familia que acogía ponía una
palangana con agua a disposición del
visitante, y este se lavaba los pies. Y si era una familia acomodada y tenía esclavos, era a ellos a quienes correspondía hacer este
trabajo.
Si alguna vez el
anfitrión lavaba los pies al invitado era señal de humildad y de mucho afecto hacia la persona que acogía. Por eso a los discípulos extrañó que Jesús
se pusiese a lavar los pies de los apóstoles. En su lógica, tendrían que ser
ellos quienes lavaran los pies a Jesús. Esa es la razón de la protesta de Pedro.
Lavar los pies a otro, entonces y
ahora, es signo de servicialidad. Que en la misa de este jueves los sacerdotes
se pongan a lavar los pies a un grupo de personas no es nada baladí. Es
manifestar con un gesto que no se es cura para ser servido sino para servir. Lo
que Jesús enseñó.Si se hace con sinceridad, si no se
convierte en un simple rito litúrgico, es algo urgente y necesario. Los curas
tenemos que agacharnos a lavar los pies. Y eso, con todo el sentido que tiene
el gesto. Lavar los pies es servir, ayudar, no buscar privilegios, no ser
exigente, hacerse igual, abandonar el lucimiento, la prepotencia, el señor don.
Jesús sabe que está cerca el momento de su muerte. Le quedan pocas horas.
Está emocionado y triste. Y escribe su
testamento con gestos claros de amor. Tiene que decir a sus amigos que les
quiere, que da la vida por ellos y que también ellos deben estar dispuestos a
dar la vida por los demás. Que los ha elegido no para aparentar, para lucirse.
Ni para mandar. Por eso les lava los pies y les dice que hagan lo mismo. Se
hace pan para que también ellos estén dispuestos a ser comida, alimento y fortaleza de las comunidades.
Este Jueves santo de 2019 se
escuchan muchas promesas, muchas buenas intenciones y algunas mentiras. Estamos
en campaña electoral. Todos, pregonando lo bueno que son. También entre los
cristianos a veces nos creemos más buenos de lo que somos. Los más chachis. No
se lo crean. Lo bueno y lo malo hay que demostrarlo. Y lo bueno se demuestra
lavando pies.
Hoy tengo un recuerdo para las personas que hoy no hacen el “signo” de lavar
los pies sino que los lavan sin metáforas: Auxiliares de enfermería que lavan y
bañan y cuidan en los hospitales. Trabajadores y voluntarios de hogares,
residencias, prisiones, grupos de cáritas,
que ponen amor en lo que hacen.
Jesús celebra hoy su “primera misa” y nos invita a nosotros. Invita a
todos. Porque la eucaristía no es para los buenos o los que se creen buenos. Es
para todos los que quieran responder a la propuesta de Jesús que hoy seguimos
escuchando: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros como yo les
he amado”.
Si quieres ser voluntario en una ONG, si qui
eres dedicarte a la política,
si quieres ser cura, si crees que la profesión de médico o maestro o trabajo
social es una vocación, aprende primero a lavar los pies.
A mí, que soy párroco, me toca hoy
lavar los pies. No será a doce hombres. Jesús los lavó a 12 porque eran doce los
que estaban. Hoy pueden subir al
altar quienes quieran, da lo
mismo la cantidad o si son hombres, mujeres, niños o niñas. Hoy me toca hacer el signo. Pero debo hacerlo
de verdad todos los días del año. Y
también debo dejar que alguien me lave los pies. El servicio entre los
cristianos debe ser mutuo. Porque somos hermanos.
Jesús Vega Mesa