Escribe Paco Mira:
A LO SUYO AMIGO, A LO SUYO.
PERDÓN, POR FAVOR: PERDÓN
Probablemente habremos
escuchado esta frase en más de una ocasión: ¡a lo suyo, amigo, a lo suyo!. Usted no se meta en mi vida que yo no me
meteré en la suya, aunque si me permite le diré - si a usted no le importa - un
par de cosas por si las puede tener a bien. Seguro que esto es lo que en
más de una ocasión hemos oído y escuchado. Incluso hemos metido baza sin que
nadie nos la pidiera, pero casi siempre " por aportar una idea más". En el fondo nos estamos metiendo en
la vida de los demás.
¡Qué claro es el evangelio de esta
semana!: "Antes de quitar la paja
del ojo ajeno, quitemos la viga de la nuestra". Los medios de
comunicación social tenemos el gran peligro, el gran "pecado", de que
todo es válido en aras a una noticia que puede tener una repercusión en la
sociedad, que vive ávida de "carnaza" de otros, porque la nuestra ya
nos queda corta. Hay programas televisivos en los que el desgarro, la violencia
verbal, el descuartizamiento de la vida íntima de muchos que han tenido la gran
suerte - para ellos - de ser muy conocidos... son la norma para poder ganar una
audiencia que por otra parte se me antoja falsa, puesto que decimos que no nos
gusta ese tipo de espacios, pero que si nos mirasen por una cámara oculta
veríamos que estamos enganchados a ellos de una manera que parecemos imanes.
En nuestra vida de cada día no estamos
siendo consecuentes con lo que el evangelio nos propone (Lc 6, 39) esta semana.
Ayudar a otros a reconocer su error, significa que nosotros tenemos que ser los
primeros en darnos cuenta de que estamos también siendo erróneos, por ello no
podemos ir con un espíritu de altanería. Es fácil caer en la crítica feroz,
pero es que nosotros no somos ni mejores ni perores que nadie.
Cuando el reconocimiento del error no se hace
por la imposición de un dedo acusador, sino desde la ayuda de la mano tendida
que comprende y es capaz de poner medidas que ayuden a reparar el daño, la cosa
cambia. La comprensión cambia la mirada de venganza y el castigo, por la
posibilidad de restauración y conversión que tenemos todas las personas.
Saber reconocer que
nosotros también estamos necesitados de comprensión nos permite comprender
mejor al otro. Saber reconocer que estamos necesitados de perdón, nos permite
saber corregir al que nos pide nuestra ayuda, a veces en un tono desesperado.
Cuando veo que en ciertos programas televisivos la resolución es la amenaza de
una querella criminal, de una denuncia ante el juzgado, de una resolución
judicial con un montante económico, me pregunto si los medios de comunicación
social no han caído muy bajo.
Esta semana, a pesar de los pesares,
nuestro Papa pedía perdón. Perdón por un encubrimiento no exclusivo de la
Iglesia, pero que en esta quizás se acentúa más por su condición de ser lo que
es. Hubo quien aplaudió y hubo a quien no le pareció suficiente. Probablemente
es más fácil hacer leña de un árbol caído, que el tender una mano, a quien no
se sintió confortado, escuchado, querido y además vilipendiado y que ahora le
está, desde el corazón de una madre eclesial, diciendo perdón. Me uno al Papa,
me uno a todos aquellos que reconocen una viga en su ojo, me uno a los que de
corazón sincero abren y tienden su mano a quienes están necesitados de ellos.
Nunca más debiéramos pedir perdón por
ello, pero si hace falta, hasta setenta veces siete y nunca digamos, a lo suyo, amigo a lo suyo
Hasta la próxima
Paco Mira