Escribe Paco Mira:


 ENCONTRARSE CON DIOS HOY, ¿EMOCIONA?

             A veces me da la impresión que cuando los "reverendos" planifican sus homilías, dan por hecho que todos vamos tomando nota de lo que tenemos que hacer cada domingo para seguir con exactitud y probablemente con rectitud, los designios divinos. Pero claro: cuando llega el domingo resulta que nos olvidamos de lo que ha pasado o de lo que nos han dicho en el anterior. Es curioso que eso no pasa en los trabajos: apuntamos en el ordenador lo que tenemos que hacer al día siguiente, lo que nos queda para la semana.... e incluso a fin de mes damos cuenta al jefe de lo que hemos hecho, para ello están las agendas, los calendarios de ordenadores, los móviles... ¿Qué pasaría si nosotros tuviéramos que dar cuenta de cómo está nuestra fe al final de mes?
         En muchos programas de televisión, en aquellos que hablan sobre vivencias personales, aquellos en los que la gente se reencuentra después de cuarenta años, al padre o a la madre que no conoce.... resulta que el interesado, el presentador, el jurado - en el caso de que lo haya - el público... está con el rostro surcado de lágrimas, probablemente para aumentar la audiencia. (Es curioso que para aumentar audiencias se recurra a insultos, lágrimas, desprestigios, sentimientos.... ¿todo va en el mismo saco?). Me da la impresión que confundimos la emoción con la sensiblería.
         Pero creo que en la vida de fe también pasa algo parecido. En algunas de nuestras celebraciones: bodas, entierros/funerales... introducimos elementos que nada tienen que ver con la liturgia y que caen más en la onda de la provocación emocional: poesías, textos, ensalzamiento del que ya no está con nosotros, etc....Pero claro también podemos caer en el otro extremo: para no caer en los sentimentalismos baratos, recurrimos al rigorismo exacerbado de la liturgia que nos encorseta y nos deja tiesos, con una fe racionalista.
         Este fin de semana, alguien exclama "¡qué bien se está aquí. Hagamos tres tiendas!. Me quedaría para toda la vida. Estamos hablando de una palabra nada fácil de entender: transfiguración, es decir la emoción que se siente cuando uno se encuentra con Dios, que fue lo que les pasó a los discípulos en el monte Tabor. El mensaje de la cuaresma de este año es Buscamos tu rostro, Señor, ¿Podría ser el Tabor de nuestra vida?
         Quiero creer que los que nos damos golpes en el pecho, no hemos llorado de emoción, no nos hemos emocionado en los años que tiene cada uno, por haber encontrado el rostro de Dios. Dios no lleva su nombre en la frente, sino que Dios camina con cada uno de nosotros y está en los refugiados, en las mujeres maltratadas, en los niños que son víctima de los abusos de pederastia, en los que son víctimas de la guerra... y les aseguro que, yo al menos, no he llorado ni me he emocionado al ver y contemplar el rostro de Dios y eso que sale con frecuencia en la televisión.
         No nos olvidemos que el martes celebramos el día del Seminario, que no es exclusivo de unos pocos, sino que es tarea de todos. Gente, jóvenes, que se emocionan y quieren emocionar, porque han sentido la llamada de Dios a una misión concreta. ¡Qué bueno sería que valorásemos como bueno y positivo el seminario!. A veces lo tenemos como algo que es cosa exclusiva de  los que van a ser curas y monjas, y es algo que tiene mucho que ver con la comunidad que escoge entre los suyos, para ser pastores de las mismas.
         Que los seminaristas también puedan decir, ¡qué bien se está aquí! y que nosotros nos dejemos emocionar por el encuentro con Jesús, que hagamos, no tres tiendas, sino un campamento completo, pero que no nos emocionemos como Pablo cuando dice que andamos como los enemigos de Cristo.
         También, aunque escueto, un recuerdo a todos los Padres - a mi padre - y a todos los currantes ("Pepes") de la vida.
         Feliz  Cuaresma
         Hasta la próxima
         Paco Mira