Como saben, ayer estuvimos viendo algunos Belenes en Tenerife. Fuimos 104 personas de las parroquias de Ingenio. Vimos Belenes y tuvimos oportunidad de conocer a otra gente o de conocerla mejor, de dialogar y descubrir la gente buena que hay en nuestras parroquias y entre nuestros vecinos.
La
verdad es que todos los años visito muchos Belenes, como ustedes saben; primero
los de la parroquia y también del pueblo y de otros lugares, y siempre
encuentro sorpresas.
Hace unos años visité aquí en Ingenio, la casa
de Gustavo y de Maye, y encontré un Belén artístico y muy original. Sus autores
nos proponen buscar en él, al menos 10 contradicciones, que con toda intención
ellos han ido colocando, por ejemplo, aparece un pastor cargando una botella de
gas butano, o hay una farola alumbrando una calle, o hay un pastor hablando por
el móvil.
El esfuerzo por descubrir esos gazapos obliga a
detenerse en pequeños detalles que de lo contrario pasarían inadvertidos. A mí
me gustó ese estilo de hacer el Belén, aunque no logré descubrir casi ninguno
de esos gazapos
Yo estoy conforme con las figuras que hay en el
Belén tradicional y no necesito más, pero tampoco me importaría añadir algunas
otras. Podría poner, por ejemplo, a Lidia, la de la tienda vecina, que pone
siempre un gesto de amabilidad y de simpatía en los que vamos allí a comprar.
Lidia, o quienes son como Lidia, merecen estar en el Belén.
También
me gustaría contemplar al grupo de jubilados que se sientan casi cada mañana al
lado del ayuntamiento, que hablan de cosas sin importancia, comentan historias
vividas en la familia y Navidades pasadas. Los jubilados ven con sabiduría cómo
la vida pasa y cómo la vida cambia.
Pero si
lo que me piden es la figura de un solo personaje del Belén, yo pondría a una
niña. Es que si no fuera así, Jesús se aburriría. No tendría con quien jugar,
reír y hacer de vez en cuando alguna travesura. Todos los niños necesitan de
los niños, y Jesús también.
Los mayores, las familias, también necesitamos la presencia de los niños. Y ahora en Navidad, aunque sea de forma simbólica, hace falta en cada casa la imagen del Niño Dios, que nos mira y nos bendice. Y si hay que ponerle nombre a esa pequeña que quiero que esté en nuestro Belén, me valdría cualquiera de los niños y niñas que veo los domingos en la parroquia.
Por
ejemplo, Cristina, con su padre y su madre. A Cristina la pondría sencillamente
sonriendo, como suele ser habitual en ella. Muy cerca de Jesús, para que todos
los que miran la cuna del niño, vean que también hay otros niños y niñas que
son un ejemplo para nosotros los mayores. Y que a veces, aunque las cosas no
sean tan buenas, vale la pena sonreír.
Me
valdría igualmente ese joven negro que trabaja en la cafetería. Se llama, me
parece, Juma. A él le pasó como a la familia de Jesús, que hoy nos recuerda el
Evangelio. Tuvo que huir a otro país, como nos cuenta el Evangelio de San
Mateo. Lástima que a veces, cuando Juma nos sirve el cortado, no caigamos en la
cuenta de que ese chico de raza diferente a la nuestra es también Jesús. Y
debemos tratarlo como a Jesús.
Y como
en el Belén, de Gustavo y Maye, tan lleno de sorpresas, añadiría, por ejemplo,
una sinagoga pequeñita, en donde constantemente sonara un Ave María, con el
deseo de que todos nos aceptemos, no importa ni siquiera la religión.
Y al
lado, un salón con el letrero de CÁRITAS, y las voluntarias preparando ropa
para una familia que hace poco llegó de lejos. Y que tal vez se llaman José y
María, y tienen un niño pequeño que se llama Jesús.
La verdad, me haría ilusión estar yo también allí, para poder contarles a ustedes esta noche, de primera mano, la emoción que se siente al estar tan cerca de Jesús, poder acariciarlo y poder hablarle.
Pero
disculpen, ahora me doy cuenta de que no es necesario estar allí como una
figura del Belén. A Lidia, a Cristina, y a todos los personajes que me gustaría
ver en un Belén, los puedo descubrir y sentir en la realidad, en este gran
Belén en el que todos estamos. No como figuras, sino como personas, como niños
de carne y hueso, a los que puedo tratar, querer, ayudar, como a Jesús.
Y esa es la Navidad y el Día de la Sagrada Familia que podemos intentar vivir. Y la Sagrada Familia la tenemos en nuestra casa, en nuestra parroquia, en el grupo de amigos y amigas. No necesitamos ríos de platina ni nieve de algodón. Hoy, ustedes y yo, podemos revivir el Belén de nuestra vida, poniendo más cariño, más paz, porque a Jesús, a José y a María los tenemos siempre muy cerca de nosotros.
Y feliz
Día de la Familia para todos ustedes.
