Escribe Paco Mira.
EN LA
ENFERMEDAD, LA LUZ
Mucha gente comprometida en las parroquias que conocemos,
comentan con cierto cansancio, la cantidad de reuniones que tienen, y queriendo
ir a todo, resulta que no puede porque no llega a todo. Pero, a veces, las
ganas que tenemos de participar, nos lleva a un esfuerzo añadido, no solo a
nivel pastoral, sino a nivel de la vida, y eso nos puede llevar a un cierto
cansancio.
Cuando somos cristianos coherentes y nos esforzamos en
llevar un estilo de vida, lo más acorde posible con el Evangelio, las tareas se
multiplican y también quebraderos de cabeza. Y al principio lo hacemos con
ganas y decisión, como respondiendo a un reto. Pero pasa el tiempo y no vemos
apenas avances ni cambios; más aún, nos parece que quienes no se plantean su
vida desde la fe viven más tranquilos,
porque no tienen esa carga de trabajo extra que suponen los compromisos
eclesiales, ni sufren los cuestionamientos que nosostros sí nos hacemos. Y, por
una parte, experimentamos que no podemos dejar de actuar como actuamos; y, por
otra parte, nos acabamos cansando y preguntándonos la razón de seguir este
camino, si al final todo parece igual.
Es lo que le pasa a Job, en la primera lectura, que el
hombre se afana, se enfada porque no sabe donde está la salida y es más se
enfada y encara con Dios, porque no ve la solución ni cual es la via de salida.
En evangelio de hoy, Jesús se sale de la rutina litúrgica
del templo y nos vamos a donde se desarrolla la vida cotidiana, vamos a lo
cotidiano, a lo normal, a casa de la suegra de Pedro y nos da ciertos
parámetros de cómo es la relación de Jesús con la gente y que nos invita a
nosotros, como cristianos a ello. Dice el texto que Jesús se acercó. Jesús es
lo que siempre hace, se acerca a los que sufren, mira de cerca el rostro y el
sufrimiento. La coje de la mano, toca a la enferma, no teme las reglas de
pureza que lo impiden; quiere que la mujer sienta la fuerza curadora. Por fin,
la levantó, la puso en pié y le devolvió la dignidad.
Así est´siempre Jesús en medio de los suyos: como una mano
tendida que nos levanta, como un amigo cercano que nos infunde vida. Jesús solo
sabe servir, no ser servido: por eso la mujer curada se pone a servir a todos.
Lo ha aprendido de Jesús. Sus seguidores han de vivir acogiéndose y cuidándose
unos a otros.
Pero sería un error pensar que la comunidad cristiana es una
familia que piensa solo en sus miembros y vive de espaldas al sufrimiento de
los demás. El relato dice que ese mismo día, al ponerse el sol, cuando ha
terminado el sábado, le llevan a Jesús toda clase de enfermos.
El mundo que nos rodea no es el mejor de todos. Lo vemos en
Job que es una persona completamente fiel a Dios y que experimenta todo tipo de
desgracias, pero que mantiene la fe y la confianza en Él en medio de todas las
dificultades. No esconde la dureza de la condición humana, pero asegura que se
puede mantener la fe en medio del sufrimiento. Job afirma quel aúnica seguidad
de la persona humana se encuentra en Dios, pero un Dios que hay que buscar y
acoger yal y como es realmente, sin hacérselo a medida. Job propone un afe que
busca a Dios por él mismo y no como una solución fácil a los problemas de la
vida humana.
Pero evidentemente toda situación, por dolorosa que sea y
aunque nos cueste entender, es distinta si la afrontamos con el convencimiento
de que la presencia consoladora está con nosotros para formalecernos. Y así,
Jesús hace honor al nombre que lleva (Dios nos salva) y manifiesta su poder
contra el mal en todas sus formas. Se saber enviado por Dios, para llevar su
Buena Nueva a quienes sufren.
A Jesús le llevan las penas de este mundo, la gene dolorida,
machacada. Son los suyos, para ellos ha venido de una forma especial. Estos
serán los que de ordinario se acercan con más frecuencia a Jesús. Esos han de ser
también los compañeros de la Iglesia y de sus seguidores. Esos han de ser los
nuestros.
Y como colofón, Jesús aparece orando. Ese ha de ser nuestro
motor: el encuentro personal con él.
Los seguidores de Jesús hemos de grabar bien esta escena. Al
llegar la oscuridad de la noche, la población entera, con sus enfermos, se
agolpan en la puerta. Los ojos y las esperanzas de los que sufren buscan la
puerta de esa casa donde está Jesús. La Iglesia solo atrae de verdad cuando la
gente que sufre puede descubrir dentro de ella a Jesúa curando la vida y
aliviando el sufrimiento. A las puertas de nuestras comunidades, hay mucha
gente sufriendo.
Que la virgen de la Candelaria, sea la luz que nos guíe y
alumbre en este maravilloso camino.
Hasta la próxima
Paco Mira