EL PADRE HERACLIO,
Maestro del lenguaje, la música
y la bondad
Martes
22 de marzo. Las campanas de la catedral lo anunciaron muy temprano: Don
Heraclio Quintana Sánchez partió a la Casa del Padre.
El Padre Heraclio, como muchos lo conocían,
fue realmente un buen padre. Transmitía
afecto y simpatía. Escribía muy bien, estilo Azorín, y fue gran maestro de la literatura, la música y la
oratoria.
Cuando aún
adolescente, quise entrar al Seminario, un Hermano de la Salle me animó a
solicitarlo por carta. Y fue D. Heraclio, entonces Vicerrector, quien me
respondió y aceptó, con mucho afecto, a que formara parte del grupo que se preparaba para ingresar
en el centro religioso.
D. Heraclio resultó
ser un verdadero maestro y padre para los que fuimos alumnos en aquellos años
de la década de los 60. Sabía música, compuso muchas canciones, entre ellas una
Misa que cantamos muchas veces los seminaristas, nos daba clases de solfeo,
cantaba con una gran dulzura y fue también el organista de la catedral.
Con don
Heraclio aprendimos a leer a los mejores
escritores de la Literatura española. Pero, además no enseñó con mucha paciencia a escribir, a leer y a
cantar. Y sobre todo fue siempre el paño de lágrimas de aquellos que a veces
nos sentíamos desanimados.
Los cuidados artículos de D. Heraclio
Quintana aparecían impresos en la revista diocesana. Y además, cada día hacía
un comentario enjundioso en la radio.
Aunque pasaran los años, Heraclio no
olvidaba nunca a los que fuimos sus alumnos y era capaz de recordar anécdotas
de nuestra vida en el seminario que ya nosotros teníamos olvidadas.
Los seminaristas lo admirábamos y él
correspondía dedicando versos en los que
nombraba a cada uno destacando sus cualidades y las anécdotas de la vida en un
internado.
Heraclio nació en la capital grancanaria, pero él consideraba como propia la tierra de sus padres. Y por eso hablaba con enorme cariño de Juncalillo y Artenara. Si
hago silencio puedo escuchar fácilmente la voz emocionada de mi profesor
cantando los versos compuestos por su hermano José Cástor , también sacerdote:
“Juncalillo, Tierra de papas y millo
y de naranjos en flor;
Juncalillo, al zoquito de de tus cuevas
bellas canciones eleva
A la brisa y al amor”.
Heraclio, gracias por todo lo que has
significado para muchas personas de nuestra tierra. Y gracias en nombre de aquel numeroso grupo de
seminaristas que tuvimos la suerte de encontrarte en nuestro camino. No te olvidamos. Tú no te olvides de nosotros
que te seguimos necesitando y queremos seguir aprendiendo tu bondad.